En el mes de Noviembre la Iglesia, los creyentes conmemoramos la Fiesta de todos los Santos y recordamos y rezamos por los difuntos, que partieron para la casa del Padre.
Celebramos la muerte de nuestros seres queridos, desde la fe en Cristo-nuestro Hermano- resucitado. Y, desde esa vivencia, el recuerdo nostálgico y triste se convierte en esperanza gozosa, al sentirlos, desde la fe, vivos ante el Señor.
Decía Gandhi: “Si la muerte no fuera el preludio a otra vida, la vida presente sería una burla cruel”.
Y el filosofo Séneca, pensando en la muerte, también decía: “Este día que tanto temes, por ser el último, es la aurora del día eterno”.
Para nosotros- creyentes en Cristo resucitado- la muerte de una persona, que ha vivido como buen cristiano es el preludio de una vida gozosa “para siempre”.
En la Fiesta de todos los Santos, la Iglesia nos propone el recuerdo y el modelo de tantos hombres y mujeres, jóvenes y niños que han muerto después de una vida santa.
Hay santos “oficiales”(los que la Iglesia declara santos) y santos anónimos, que ni figuran en el santoral, pero que han sido tan santos como los declarados oficialmente. San Juan evangelista en éxtasis contempla el cielo y dice: “Después miré y había una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas de pie delante del trono y del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos”. (Apoc. 7, 9-14).
Han existido personas que han vivido la fe de manera apasionada y total: los santos. Y nos fijamos en ellos no para hacer de nuestra vida una copia de ellos, sino para despertar el santo dormido que todos llevamos dentro desde nuestro bautismo.
San Ignacio de Loyola, al leer las vidas de los santos, se dijo a sí mismo: “Lo que estos y estas hicieron ¿por qué no puedo hacerlo yo?”. A Ignacio se le despertó el santo, que llevaba dentro, y nació, con la gracia de Dios y su voluntad, un santo completamente diferente de sus inspiradores.
La vida hecha de entrega total a Dios y a los demás, sin mediocridad y tibieza es un camino a seguir para todo los que dicen tener fe y es un modo de vivir gozoso y feliz, anticipación del cielo.
¿Despertaremos con la ayuda de Dios y nuestro esfuerzo al santo que todos llevamos dentro?