En nuestra niñez y juventud solían presentarnos un Dios que «premiaba a los buenos y castigaba a los malos«.
Una frase muy común era: «Dios castiga sin palo ni piedra».
Frase que servía para pensar que, cuando alguien sufría la desgracia, era considerado malo; pero que se olvidaba cuando la desgracia caía en alguien que se opinaba que era bueno.
También se nos decía: «Dios te va a castigar».
El Concilio Vaticano II nos abrió una puerta a la esperanza presentándonos la autentica realidad de Dios: el Amor. En la Biblia San Juan nos dice: «Dios es Amor».
Confieso que cualquier planteamiento que me hago sobre Dios, encuentra la respuesta en el Amor. Es para mí la mejor manera de entenderlo.
Dios se presenta a ante Moisés como «lento a la cólera y rico en misericordia». A lo largo de mi vida sólo me he encontrado con su Misericordia, como fruto de su Amor.
Si tuviera que definir la Misericordia de Dios, diría que es su justicia bañada de Amor. Indudablemente Dios tienen que ser infinitamente justo, pero su justicia nada tiene que ver con el castigo que podamos merecer, sino con el perdón que busquemos.
Está claro que soy libre para alejarme de Dios, pero también es cierto que Él permanecerá constantemente junto a nosotros siempre dispuesto a perdonar y hacerlo como una realidad que incluye perdón y olvido. Su perdón será siempre de «borrón y cuenta nueva». Es un perdón sin límites es un olvidar permanente.
San Pablo, en su 1ª carta a los Corintios da una definición preciosa del Amor: «El Amor es paciente y benigno; el amor no tiene envidia, no presume, no se engríe; no es indecoroso ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta».
Me gustaría recoger, a través de la Biblia, distintos pasajes en que se contemplan estas cualidades del Amor de Dios.
«El amor es paciente y benigno»:
El pueblo judío fue liberado de la esclavitud de Egipto y se adentra en el desierto en busca de la tierra prometida. A lo largo de este peregrinar se quejan ante Moisés por la falta de agua o comida; Moisés se dirige al Señor y éste lo escucha proporcionando agua y el maná.
Adoran ídolos, por ejemplo, el becerro de oro y Dios los castiga primero y ofrece el perdón después, haciendo que el que mirara a la serpiente de puesta por Moisés, curara de las mordeduras de serpientes venenosas.
Dios, dueño de toda la creación, carece de la envidia y rebosa generosidad. Todo lo ha dado gratuitamente desde el Amor.
«El amor no presume ni se engríe»:
Dios no se jacta de su obra, de forma que podemos creer en Él o ignorarlo.
«El amor no es egoísta»:
Dios es en sí infinitamente feliz. Todo lo que crea: ángeles, universo, hombre… lo hace en un puro acto de Amor.
«El amor no se irrita»:
Jesús pasó por la tierra haciendo el bien, curando, expulsando demonios, predicando, acogiendo pecadores…, sufre la pasión y muerte con entereza, soporta bofetadas, burlas y salivazos…, nada le hace cambiar de postura y serenidad.
«El amor no lleva cuentas del mal»:
Ante la mujer sorprendida en adulterio, Jesús dice que tire la primera piedra el que esté libre de pecado, y todos se marcharon. Jesús dice a la mujer que él tampoco le acusa, que se vaya a su casa y no peque más.
«El amor goza con la verdad»:
Jesús nos dice que es el Camino, la Verdad y la Vida. Sólo encontraremos el autentico gozo a través de Jesús. Alegría que estará por encima de si la vida nos sonríe o tengamos problemas. Alegría que no estará reñida ni con el dolor ni con la tristeza, pues será el gozo de sentirnos amados del Padre.
«El amor todo lo excusa»:
Jesús, clavado en la cruz, escucha insultos y retos que le piden que demuestre que es el Mesías bajando de la cruz. Pero Él, vuelto al Padre, le pide que les perdone porque no saben lo que hacen».
Aquí podemos pensar que se refiere a ese pequeño grupo que le insulta o a los que han pedido su muerte, grupo también reducido, o podemos pensar que se pide por todos y cada uno de los hombres que, con nuestros pecados, le hemos colocado en esa situación.
Yo me inclino que es por todos otros y pienso que Jesús se refiere de una forma particular a mi mismo.
La verdad es que, cuando peco no soy consciente de lo grave que es mi desobediencia al Padre, aún en la más pequeña falta.
«El amor todo lo espera, todo lo soporta»
Desde la parábola del hijo prodigo, veo que el Padre-Dios lleno de paciencia y amor, está junto a mí, en silencio, lleno de paciencia para que vea mi mal camino y vuelva a su perdón, que siempre me lo dará.