Entrevista a monseñor Casimiro López, presidente de la comisión episcopal de enseñanza.
P.- Qué misión tiene la escuela católica en la era de la nueva evangelización?
R.- Tiene una importancia decisiva, con la familia y la parroquia, porque es dentro de la misión evangelizadora de toda la Iglesia donde se enmarca su labor.
La escuela católica está llamada a ofrecer su tarea educativa siempre desde su identidad católica, y su misión consiste en ofrecer una formación integral, pero desde un proyecto basado en Jesucristo y en el Evangelio.
Y ha de hacerlo a bautizados y a no bautizados, ofreciendo una propuesta centrada en Cristo, que nos revela quién es el hombre, y que ayuda a crecer a la persona desde su dignidad y vocación, desde la verdad, la libertad responsable, etc.
P.- El problema es que esta oferta ha de hacerse en el contexto de la emergencia educativa que ha denunciado Benedicto XVI…
R.- La emergencia educativa a la que alude el Papa muestra la gran dificultad que tenemos para transmitir a las nuevas generaciones unos valores fundamentales, sólidos y objetivos, que les ayuden a crecer como personas.
Por eso, la escuela católica está llamada a ejercer una labor preponderante para transmitir esos valores.
P.- Pero en la escuela no católica también se habla de valores, de solidaridad, de compartir… ¿Qué aporta la identidad católica?
R.- Los valores pueden tener una motivación u otra. La solidaridad puede ser un valor humano horizontal, sin más referencias, mientras que para los católicos tiene su razón de ser en la fraternidad, pues somos hijos del mismo Padre y hermanos de Cristo.
Los valores de la escuela católica deben estar enraizados en Cristo y en el Evangelio; por eso es importante qué y cómo se transmite. Los miembros de la escuela católica no deben de ser sólo maestros, sino testigos.
P.- Ahora que, como dice el Papa, los testigos son más necesarios que nunca, ¿qué responsabilidad tienen los profesores y los titulares religiosos de una escuela católica?
R.- La responsabilidad es compartida y crucial para todo el personal del centro, cada uno a su nivel.
El director debe velar por que el ideario se lleve a la práctica, pero es imprescindible que los profesores compartan ese ideario, no sólo en la teoría, sino con su vida.
Ellos son los que más horas pasan con los alumnos y son el termómetro para saber si se vive el ideario en el día a día, porque transmiten, o no, los valores propios del ideario, y muestran de forma creíble si Jesucristo y el Evangelio son el centro, o no, de sus vidas.
P.-Sin embargo, por las escuelas católicas pasan miles de alumnos cada curso, y no pocos salen, no sólo sin integrarse en la parroquia, sino echando pestes de la Iglesia. ¿Qué estamos haciendo mal?
R.- Ésa es la gran pregunta, y no sólo para la escuela católica.
Este desapego nos tiene que interpelar a todos, para analizar en qué fallamos y ofrecer, de hecho, lo que decimos ser en teoría.
A mí me surgen muchas preguntas, y no creo que haya una sola respuesta: ¿quizá se ha dejado de lado la propia identidad católica?
¿Hay una separación entre la vida académica y el crecimiento espiritual, que para el cristiano debería ir pareja?
¿Es por falta de testimonio cristiano entre los profesores y entre los religiosos, o religiosas, del centro?
¿Hay lejanía de la Iglesia diocesana?
Son causas que hay que apuntalar, para que la escuela católica no sea católica por definición, sino porque aliente la formación integral de la persona, desde un proyecto educativo basado en Jesucristo y a través del testimonio.
P.- Añado otra pregunta: ¿en demasiadas escuelas católicas se está primando lo académico y se limita la evangelización a una línea pastoral, al mismo nivel que los deportes, las extraescolares, etc.?
R.- Si uno hace una encuesta entre los padres para saber por qué llevan a sus hijos a un centro católico, muchos dirán que es por la calidad de la enseñanza, y quizá lo sustantivo, la formación cristiana, no les importa tanto.
De ahí que muchas veces se prime lo académico sobre la educación cristiana.
La clase de Religión ayuda a descubrir qué importancia da el centro a su identidad católica: ¿es, como se suele decir, una maría, o es troncal? Si el proyecto educativo se fundamenta en el Evangelio, y la pastoral se hace desde el testimonio de Jesucristo, lo que da unidad al proceso educativo será la exposición completa y sistemática de la moral y de la doctrina de la Iglesia…
La verdadera calidad de la enseñanza no es sólo académica; es ayudar a los muchachos a crecer como personas que han encontrado el sentido a su vida, o sea, a Jesucristo, para que se incorporen responsablemente en la sociedad.
P.- Hay quien dice que la escuela no es el lugar para hablar de Dios. ¿Se puede hacer un anuncio explícito de Jesucristo en el colegio?
R.- Si no es proselitismo, ¿por qué no?
¿Por qué eliminar, en aras de una capciosa neutralidad, el elemento Dios?
¿Por qué hemos de eliminar de la educación la apertura a la trascendencia, que para nosotros toma el rostro de Cristo, que nos revela al Padre?
Dios no es enemigo del hombre, ni tiene celos de nuestra felicidad.
Al contrario: la gloria de Dios, como decía san Ireneo, es que el hombre viva y crezca.
La educación religiosa no se yuxtapone a la formación personal, la desarrolla.
A los no católicos les ofrecemos, sin imponerlo, el modelo de Jesucristo.
¿Por qué Jesucristo va a coartar su libertad?
Claro que, cuando Dios estorba, se quiere borrar todo lo referente a Él en la sociedad, y por eso suele pasar que quienes piden una escuela laica, lo que quieren es una escuela atea.
Pero la escuela estatal no tiene que ser una escuela laica, sino plural, como lo es la sociedad, y libre, porque el titular de la educación no es el Estado, sino los padres, que tienen derecho a que sus hijos reciban la educación que ellos quieren.
P.- ¿Qué aspectos deben incluir las reformas educativas anunciadas por el nuevo Gobierno?
R.-Sería deseable que se recuperase la formación integral del alumno, basada en el concepto de persona, que considere al ser humano en su pluridimensionalidad e inserto en un proceso orgánico en el que se va desarrollando, y sin que, desde el Estado, se elimine la dimensión transcendente del hombre.
Benedicto XVI dice que las raíces de la emergencia educativa son un falso concepto de autonomía, el relativismo y el escepticismo, a lo que se podría añadir el utilitarismo, el nihilismo y el hedonismo.
En la LOE, como se ve en su Educación para la ciudadanía, se encuentran esa falsa idea de autonomía, el relativismo y la ideología de género, o sea, tres raíces de la emergencia educativa.
El nuevo Gobierno debería coger el toro por los cuernos y acometer una reforma en profundidad.
Y también hay que abordar el tema de EpC y el status de la clase de Religión para cumplir el Acuerdo con la Santa Sede.
En la educación, para la Iglesia, está en juego la persona, y por tanto la familia y la sociedad.
Otros quizá la vean como instrumento para controlar la sociedad, pero nosotros sabemos que lo importante es el crecimiento de cada alumno, que es amado por Jesucristo.
José Antonio Méndez ( Rvta. «Alfa y Omega» 19-1-2012)