1.- Gozar y aprovechar el tiempo:
Dime pues, hombre, cuánto tienes en tus manos del tiempo que vives y de la tela que tejes. No tienes más que un instante, y éste es tan escurridizo y resbaladizo que es imposible que le cojas sin que ya se te haya pasado y ido de entre las manos cuando las quieras apretar para echar mano de él.
Y lo demás de tu vida, ¿en quién está? En las manos de Dios. ¿Sabes cuántos años te han dado de que dispongas? No.
Pues ven acá. ¿Cómo empleas la vida? ¿Cómo la gastas en el juego, en el perro y en el caballo? ¿Es paño y color éste de tu vida que es bien emplearlo en cosas tan viles? …
¡Oh hermanos míos de mi alma! Y qué bien hacen de reparar en los instantes y más pequeños momentos del tiempo. Lo uno, porque es breve; lo otro, porque es precioso; y también porque si se pasa no tiene otro regreso.
¡Oh buen Dios!, y qué a la letra es esto. Dale Dios a un hombre 50 años -supongo que sean 50 años- y que se los da Dios como bolos inhiestos, y le dice que por cada día que se pasare le dará grandes premios, gastándolo y derribándolo en buen juego, y que le advierte que acabados de pasar esos 50 años ya no hay más vida, mi más juego, ni más ganancia.
¡Oh, triste cosa que siendo tan pocos los días y tan pocos los bolos, consienta yo que me los derriben y gasten los extraños y me los derribe y lleve el viento! (Tomo III pag. 1057)
2.- Valor del momento presente:
El tiempo que el hombre desperdicia y desestima es el presente. El tiempo de que tiene hambre es el venidero, porque en aprovecharse del tiempo es el hombre como el goloso, que no estima los platos que tiene en la mesa, ni los come, ni los goza, antes los desperdicia envidiando lo que en la plaza venden y él no puede comprar.
¡Oh, qué llenos veo a los hombres de fastidio del tiempo presente! Jamás vi buen tiempo sazonado y acomodado al gusto del hombre.
En el invierno se quejan del frío, el verano del calor, el tiempo seco causa postemas y humores que corren, el húmedo engendra flemas, la calma ahoga, el aire arromadiza. Jamás toparéis tiempo que no tenga mil faltas. Yo no sé cuál es el buen tiempo…
Yo quiero concederte que el tiempo por venir será mejor que el presente.
Ahora preguntóte yo: si tú tienes hambre ¿será bueno que dejes de comer el pan que tienes en la mesa porque lo venden más blanco en la plaza, sin tener dineros para lo comprar?
¿Será bueno no comer la fruta del invierno por aguardar la del verano, sin saber si se la llevará o helará un aire cierzo? ¿Será bueno andarse un hombre desnudo por no vestirse de negro hasta que vendan el color que él desea?
Dime, hermano, si tú deseas servir a Dios ¿qué tiempo aguardas, que no tienes tú poder para lo comprar el por venir ni sabes si morirás primero? ¿Por qué no matas el hambre de tus deseos si los tienes de agradar a Dios en el tiempo que tienes entre manos?…
¿No es verdadero el adagio que dice que vale más pájaro en mano que veinte volando? ¿Qué hombre hay que deje de vendimiar su viña y aprovechar lo que de ella pudiere porque la uva no sazonó bien? Cógelo, que puede que si ogaño el vino no es tan bueno, el que viene, si Dios lo enviare, gozaremos de otro mejor.
Vendimiemos y disfrutemos los tiempos, que ninguno hay tan malo que para el alma no sea muy bueno.
Que para mí pienso que es traza de Dios enviarnos malos tiempos, porque de los buenos nada le cabe al alma, todos los quiere el hombre emplear en su cuerpo y del hacer plato para sus amigos.
El tiempo malo, que el hombre llama como desechado, es el que el alma coge y granjea a su rincón, porque es como los pobres que se contentan con lo que los ricos desechan; y el tiempo que tú llamas malo, que no es para plaza, para negociar y pasear, hallarás que en él el alma te está dando mil voces, que se lo des a ella en un rincón de una iglesia, en oír una misa o rezar un rosario. (Tomo III pag. 1069)
3.- Santificación del tiempo:
Parécenme los años del hombre como sacas y costales sin nada, que Dios da al hombre para que en este mundo y en el discurso de su vida los llenen de lo que quisieren, poniéndoles delante de los ojos diferentes montones así de cosas temporales como de cosas espirituales. Y así veréis que unos cogen humildad, caridad y otras muchas virtudes; otros cogen regalos y gustos, otros juegos y perdición, llenando su saco de tierra y estiércol. (Tomo III, 1087)
Bueno es el tiempo y de grande estima, pero no tiene qué hacer con las labores que en él obra y hace el justo. Téngolo por telar de palos viejos en que se labran divinas y soberanas virtudes. El tiempo es el que se va y se viene. Lo que en él se labra es lo que importa.
Buenas son las flores de abril y mayo, pero mejores son los letuarios que de ellas se hacen, porque las flores como flores se pasan y las conservas duran. Y lo propio sucede en la labor que hacen las abejas, pues de flores que en breve se marchitan hacen ellas miel que dura.
Este consejo nos dio el Espíritu Santo para que aprovechásemos el tiempo cual conviene: (Eclo 4,23); hijo, conserva el tiempo y apártate de lo malo. (Tomo III, 1089)
4.- Valor de todo lo que se hace por amor de Dios:
Verdad es que no es posible menos, sino que el justo ha de gastar tiempo en comer y beber y otros ejercicios necesarios al cuerpo, pero no por eso dejan de tener esos ratos grande valor, porque son como los dineros: que si son de cobre y metal bajo, el sello y armas del rey que se les estampa los hacen valer y que sean precio con que muchas cosas se compran y apre- cian.
El justo, como todo cuanto obra lo obra y hace en nombre de Jesucristo, ningún rato de tiempo pierde, según aquello que san Pablo dice: Ya comáis, ya bebáis, hacedlo todo en nombre de Jesucristo: (1ª Cor 10,31 y Col 3,17). Gastan tiempo en comer y beber. Si como y bebo porque Dios lo quiere, tiempo es de valor en el cual se merece y agrada a Dios. Con lo basto del tiempo acudimos al cuerpo, y con su quintaesencia, que el alma saca como por alambique, se acude al espíritu. (Tomo III, 1090)