La noche pascual, noche gozosa y santa, es el sol de nuestra vida; nos atreveríamos a decir que es el sol de la vida.
Celebramos el paso de Dios entre nosotros, manifestado en Jesús de Nazaret. Este paso lo ha dejado todo sembrado de amor y de esperanza.
El mensaje que hoy recibimos es de alegría y de victoria: «No tengáis miedo, ya no hay nada que temer. No os preocupéis más ni de guardias ni de losas sepulcrales.
El sepulcro ha florecido. Fuera, una vez más, miedos y tristezas.
– ¿Tenéis algún miedo .todavía? ¿Hay alguna tristeza que os domine? ¿Pesa alguna losa sobre vosotros? Cristo resucitado está junto a vosotros y os habla al corazón: Yo soy tu alegría perfecta. Yo soy tu paz y tu victoria».
1.-Cristo, perfume insuperable:
La Pascua de resurrección de Jesucristo es el punto culminante de la historia y el principio de una nueva historia.
La Pascua de resurrección es la clave para interpretar el sentido de la vida. No existe un ritmo binario: vida-muerte, nacer para morir, sino un ritmo ternario: vida-muerte-más vida, morimos para vivir. La última palabra no es la muerte, sino Cristo resucitado.
Una Pascua victoriosa. La luz del cirio pascual-Cristo resucitado- vence a las tinieblas, la belleza vence a la fealdad -hoy todos más guapos-, el perfume vence al mal olor -Cristo es perfume insuperable- , la paz vence a la guerra, el amor vence al egoísmo, la vida vence a la muerte. Por eso, hoy adornamos nuestros templos con las más hermosas flores de la Primavera.
Cristo ha resucitado. Cristo vive y ya no morirá. Aquel cuerpo roto y ensangrentado, varón de dolores, sin atractivo ni belleza; aquel que fue despreciado y desechado por los hombres, «como uno ante quien se vuelve el rostro»; aquel que fue «arrancado de la tierra de los vivos» y «quebrantado con dolencias» (ver. Isa. 53), ha florecido gloriosamente y su cuerpo resplandece de hermosura.
Cristo vive y está aquí con nosotros, y nos habla al corazón. ¿Qué supondría, para una familia que ha perdido un ser muy querido, que éste volviera a la vida? Pues Cristo es de nuestra familia, el Amigo universal, el Hermano mayor.
2.- La Pascua continúa:
Cristo ha resucitado, pero no basta. Ahora, Cristo quiere que todos participemos de su resurrección; quiere que resucitemos cada día, que vivamos ya resucitados.
Es como si Dios siguiera besando a cada uno de nosotros, infundiéndonos su Espíritu: «Sí, hijo, yo te quiero y estoy contigo. Aunque tú te olvides de mí, yo no te olvido. Yo te quiero más que todos los que te quieren en el mundo. Yo te quiero más que tú mismo. Tú eres cosa mía. Yo soy tu fuerza y tu riqueza. Yo soy tu alegría. Mira, te llevo en las palmas de mis manos. Algún día nos veremos cara a cara y nuestro abrazo será transformante. Mientras tanto, lucha, como mi Hijo, por la justicia».
Si celebramos en verdad la Pascua, tiene que notarse en nosotros sus efectos, que son los signos de la vida nueva.
Tenemos que empezar a ser hombres nuevos. Creo que Cristo vive, pero no sólo; creo que Cristo vive en mí. ¡Cristo resucitado vive en mí! Cristo resucitado me hace resucitar. Yo no sólo celebro la Pascua, sino que vivo la Pascua, ¡soy Pascua!, Dios está pasando por mí.
-Hombres nuevos:
Es decir, hombres purificados. A lo largo de la Cuaresma hemos ido muriendo a nuestras tristezas. En la cruz de Cristo hemos clavado nuestros pecados. En el sepulcro de Cristo hemos encerrado nuestras semillas de muerte. Ahora tenemos que revestirnos de Cristo y gozar los sabrosos frutos del Espíritu.
-Hombres de esperanza:
La resurrección de Cristo es un sí a la vida y al hombre.
Tenemos derecho a esperar un mundo nuevo, en el que todo sea distinto.
-Hombres alegres:
Testigos de resurrección y de victoria. La alegría es huella que deja Dios a su paso. No es alegría barata y divertida, sino don alcanzado por Cristo con su Pascua.
Es una alegría muy profunda.
-Hombres que viven en el amor:
La vida nueva que brota del sepulcro está dinamizada por el amor. El amor es la vida. Vivir pascualmente es amar hasta el fin.
Pero el que no ama sigue en el sepulcro, aún no ha celebrado su Pascua.
El hombre nuevo está resucitando cada día, alentado por el Espíritu. Es realmente el Espíritu que resucitó a Jesús el que renueva y dinamiza nuestra vida. Y es el Espíritu el que nos convierte a nosotros en colaboradores y testigos de la resurrección.
3.- Testigos de la resurrección:
El que ha experimentado la fuerza de Cristo resucitado no puede guardarla para sí. Cuando se posee el sol, hay que ser capaz de repartirlo. Es una hermosa tarea. Es un compromiso. Algunas exigencias de este compromiso son:
-Luchar contra las fuerzas que producen muerte:
Son las fuerzas que condenaron a Cristo y lo crucificaron, y lo siguen crucificando. Estas fuerzas son enormemente poderosas.
La injusticia y la violencia se unen para sembrar muerte.
Tenemos que decir no a toda injusticia, toda violencia, toda opresión, toda esclavitud.
-Resucitar lo que va muriendo:
Debemos seguir alentando el soplo del Espíritu sobre toda vida que pueda manifestar signos de muerte.
Debemos alentar al decaído y enderezar al que ya se dobla.
Debemos confortar al temeroso y consolar al que está triste.
Debemos dar razones para vivir al que ya no las encuentra, y razones para superarse.
Debemos detectar los virus de muerte, de los que unos y otros podemos ser portadores, y combatirlos con la medicina apropiada. No dar ningún caso por perdido.
-Alentar lo que va naciendo:
Lo nuestro es contagiar vida y esperanza, llenarlo todo de ilusión y de ideales, alentar todo proyecto generoso.
Tenemos que estar cerca del que cree en un mundo nuevo y del que se esfuerza por construir la paz.
Tenemos que dar la mano al que siembra y felicitar al que recoge.
Tenemos que urgir el compromiso renovador.
-Vivir creciendo:
La dinámica pascual no es conservadora. Nos está prohibido enterrar los talentos recibidos. Todos los dones que Dios nos concede son para desarrollarlos y comunicarlos.
No te limites, pues, a conservar lo recibido.
-Tenemos que crecer en todo:
«Siendo sinceros en el Amor, crezcamos en todo hacia aquel que es la cabeza, Cristo» (Ef 4,15).-
Crecer: en la fe, en el amor, en la verdad.
Crecer en la vida de oración y en el testimonio cristiano.
Crecer en la responsabilidad y en el compromiso por hacerlo crecer todo y hacer crecer a todos.
-Testigos de la resurrección:
Dar a entender con nuestra vida que Cristo ha resucitado, ser portadores de la energía de Cristo resucitado, amar al estilo de Cristo resucitado, llenarlo todo de resurrección.
Feliz Pascua de Resurrección.
Feliz Pascua de Amor.
Acuérdate de que eres Pascua.
Que Cristo resucitado siga resucitado en ti.
Todos testigos y cultivadores de resurrección