Entrevista a diferentes personas de Almodóvar del Campo, que amablemente nos han contestado a esa pregunta.
La Feria de Marzo de Almodóvar del Campo comenzaba el día 25 y se celebraban ocho días. También llamada Feria de Primavera. Era la primera del año en la provincia, de ahí su importancia.
Acudían muchos Serranos, dedicados a la trashumancia, que pasaban largas temporadas, con su ganado en el valle de Alcudia. Aprovechaban para comprar y vender potras y demás caballerías.
Feria de Ganadería y Mercado en general. Era un mercado en el que se movían grandes cantidades de dinero. Acudían personas de todas las localidades de la provincia.
Todos los años para la feria de Marzo, llovía, por eso, coloquialmente se le llamaba «La feria meona». La lluvia deslucía la feria y acordaron trasladarla de marzo a abril, pero también en abril, al volver la feria, volvía la lluvia. Años más tarde volvió a su fecha de marzo.
El Ganado tuvo distintas ubicaciones: la primera en el prado, por un periodo corto de tiempo, pues llovía mucho y el terreno quedaba empantanado, por lo que se traslada a la cuerda. Entonces era un terreno descampado, no había ninguna casa. La feria de la cuerda dio nombre a la calle.
Por último se traslada a la eras de Marta, junto a Olivicultura donde hoy se encuentra la plaza de toros y el instituto de San Juan Bautista. Hoy, recuperada, se sitúa en el recinto ferial.
P. – ¿Qué recuerdas de la antigua Feria de Marzo?
R. – Los Carpinteros, todos los carpinteros que trabajábamos en la carpintería de Julián Carrero, «El Cacho». Unos días antes de dar comienzo la feria nos poníamos manos a la obra con la construcción de las casetas de madera donde irían expuestos los artículos de los diferentes comerciantes. Colocadas a uno y otro lado de la plaza. Una línea de casetas a lo largo de la fachada de la Iglesia y la otra, enfrente. Dichas casetas eran adjudicadas por el Ayuntamiento a los comerciantes que las solicitaban, previo pago de las tasas correspondientes.
R. – El ganado era lo que más importancia tenía en la Feria de Marzo. Se compraban y vendían toda clase de animales: Caballos, yeguas, burros, vascas, ovejas, cabras, cerdos, conejos, gallinas…
Martín Moreno «Martinaco», era uno de los ganaderos que traía a vender a este mercado: caballos, yeguas y cerdos, desde su finca Navaelcuerno, situada al lado de la estación de Caracollera.
Otra ganadería, muy famosa por sus caballos era la de D. Juan Costi.
Todo el mundo, fuera de la clase social que fuera, compraba en este mercao; el caballo, la Yegua, las buenas mulas para la agricultura, el burro como elemento imprescindible de transporte y carga, el gorrino para engordarlo y tener una buena matanza, las cabras y ovejas, las gallinitas ponedoras, los pollitos y conejos que llenaran el corral y asegurar a la familia carne y huevos.
R.– Había concursos de esquiladores, en los que participaban, pastores del valle de Alcudia, obteniendo su reconocido premio.
Los que iban recogiendo la lana y el pelo del esquile, eran los manigeros.
Cuando al esquilar se le producía, involuntariamente una herida o piquetillo a la oveja, el «moreno», era el encargado de aplicar la ceniza de brasero sobre dicha herida, para evitar que esta se infectara. Al tener sosa cáustica, protegía al animal de la picadura de moscas e insectos.
R.– Esquiladores de mulos y de borricos muy buenos. Una familia de Almodóvar, que destacaba, Pedro Serrano y sus hijos: Benito, Flores y Antonio, este último, bisabuelo de los propietarios del BAR LA ERA, donde podemos encontrar expuestos muchos de las herramientas de esquile, difíciles de manejar. Al esquilar, hacían verdaderas filigranas sobre los animales, realizando dibujos de ramos y trenzas, al cortarles el pelo y frases como: viva mi madre, viva mi novia, viva San Antón, viva El Santo.
R.– Durante los día 25, 26 y 27, tenía lugar la tradicional feria de ganao, dándose las mayores facilidades a ganaderos y tratantes.
El ganado se instalaba en las eras de Marta donde había un pesebrón con un gran palo en el centro, del que se ataban los animales para que comieran, mientras el dueño cerraba el trato.
La lana de la oveja merina, no tenía toda la misma calidad, la de las bajeras, es decir de la barriga y de las patas de la oveja, era de inferior calidad, así como la lana de «las corderas» que era la oveja que se dejaba para echar cría.
La oveja manchega talaverana, tiene menos lana, pues en las patas no tiene. Se le llaman «patilavás».
El vellón de lana, que viene a ser el total de la esquila de una res, pesaba un kilo y medio. Algunas ocasiones llegaba a pesar hasta dos kilos; en aquellas ovejas que durante los meses anteriores al esquilo comían siempre al borde de las cunetas, impregnando así, su lana, del polvo del camino. Esta era una trampa que hacían algunos ganaderos.
R.– Los niños, nos sacábamos una perrillas con el agua del botijo. Lo llenábamos en el pilar y, cargados con él, corríamos a la eras de Marta. Ofreciendo agua a ganaderos, tratantes y todo el personal que por allí paseaba, gritábamos «el trago de agua una perra». Algunos echaban un trago tan grande que casi vaciaban el botijo y otros ni pagaban después de beber. Los había que te daban hasta una peseta. Todas las eras de Marta estaban llenas de niños con sus botijos, para ganar unas perras que gastar en la feria.
R. – Contaba mi padre que él, con 13 y su hermano con 15 años, vinieron, locos de contentos desde Brazatortas a vender el ganado en la feria de Almodóvar y una de las vacas, entre tanto revuelo, empezó a ponerse nerviosa. Mi tío, que era uno de los que cuidaba el ganao, para encarrilarla, le lanzó una honda, con tan mala suerte que la piedra fue a dar en la cabeza de un gitanillo. En un minuto se agolparon cientos de gitanos alrededor de mi tío, que salvó su vida gracias a la protección de la Guardia Civil, pues pretendían lincharlo allí mismo. Le aconsejaron que se volviese cuanto antes a Brazatortas para evitar que lo volvieran a reconocer.
R. – Recuerdo los chilanques del vino. Estaban en lo que hoy es la calle Luisa Boada, En la fachada, actual de Cruz-Roja, delante de la fachada del postigo de Corchado. Ponían hasta siete y ocho, se vendía tanto vino como cerveza. Allí se celebraban los tratos. Utilizaban como toldo para sombraje las mantas de la aceituna. Estos negocios improvisados los montaba el que quería, no eran los dueños de otros bares. Era otra forma de ganar un dinero en fiestas.
R. – La feria que más nos gustaba a los muchachos era la de los cacharritos: Las voladoras, las barcas, el columpio, el tío vivo con sus caballitos, el carrusel de las bicicletas, la tómbola del cajón sorpresa y la tómbola donde rifaban lámparas el teatrillo de marionetas, la ola, que ocupaba media plaza de San Benito, La caseta del tiro con carabina.
R. – Recuerdo la caseta de los discos dedicados que tenía de Acción Católica en la plaza. Su presidente era Rafael Romero. Cuando te gustaba una chica, te acercabas al quiosco, elegías una canción y anunciaban «De fulanito de tal, para la señorita…«. Yo le dediqué a mi novia Siempre junto a ti.
R.– A los «Quintos», antes de irse a la mili, también era muy habitual, dedicarles canciones. Recuerdo la letra de una canción de Pepe Blanco que decía: «Hay machote que me tienes en el bote«
La gente se arremolinaba junto al kiosco para escuchar las melodías de las canciones más populares del momento.
R.– Gustaban mucho los «Romanceros». Sobre un tablero, dibujada la historia que el romancero iba narrando, marcando con su puntero, cuadro a cuadro, el desenlace del drama de amor. El éxito para vender las letras al público que atento escuchaba, estaba en la labia y el soniquete de la voz del cantante-actor. «Una por un patacón»,» dos por tres perras
España vive asustada
y no es pa menos la cosa,
pues, según dice la prensa,
hay un duende en Zaragoza.
Hombres, niños y mujeres
prestadme vuestra atención
para explicar este crimen
que da lástima y dolor.
Más, quiso la Providencia
que la justicia divina,
que asomada a la ventana
se enteraron las vecinas.
No contentos con el ama
cogieron a la criada
y en un lunar que tenía
le dieron tres puñaladas.
R. – La carpa en las eras de Marta, frente al actual colegio cooperativa, ofreciendo la obra Genoveva de Brabante.
R. – La feria atraía a ganaderos y tratantes, como a un gran número de gitanos que acudían a la feria a comprar y vender, tanto burros como caballos. Acampaban con sus familias y carromatos por el prao, por los pinos y todos los lugares que a ellos les parecía bien para pasar esos días. Cantaban y bailaban en cualquier lado.
R. – Era muy conocido, Perico el gitano que vendía remedios de medicina. A mi padre le vendió una receta para el reuma, que consistía en preparar un ungüento a base de guindilla machacada, vinagre y ajo. Se hacía una pasta que se aplicaba sobre el dolor. Se le ponían las rodillas moradas y le picaban mucho, pero notaba mejoría.
En otra ocasión le vendió otro remedio aún más atrevido, consistía en coger, en la época de la vendimia, pasadas las fiestas de septiembre, avispas y ponértelas sobre la rodilla y aguantar que te picaran al mismo tiempo cinco o seis avispas, en cada rodilla. Esto que puede parecer una auténtica barbaridad, en la actualidad, forma parte un tratamiento en muchísimas clínicas de prestigio.
R.– Al atardecer, la feria se transformaba. Es la hora de pasear; desde la plaza de la trinidad: los puestos de turrones y las garrotas de dulce con sus colores en espiral, despertaban los sentido con sus agradables olores, los calditos de Dionisia y como olvidar sus riquísimos y crujientes churros, frente a la sacristía. En la esquina, Gregoria la Calderera, con su puesto de sardinas.
El agua de ladroncito
Baja por la corredera
Para que lave sardinas
Gregoria la Calderera.
Junto a la churrería, la pastelería de la «guapita», con sus sabrosísimos pasteles, que como los hacía Juan Fúnez, no los hacía nadie. En estos días de feria, los novios convidaban a sus novias a pasteles.
En el rincón que forma esquina con el casino, el puesto de cacahuetes de Heliodoro.
En la plaza de San Benito, los puestos de gambas, pinchitos camarones y cangrejos. Los servían en cucuruchos de papel. Al pasear de arriba a abajo por todo este ambiente, llegabas a la pastelería y bar de Galiana, con sus dos veladores de mármol en la plaza de San Benito.
R.– El fotógrafo en la feria era otra atracción. Recuerdo en el rincón de la capilla de Santa Teresa, en la fachada del Carmen. Sobre la pared encalada, colocaba un decorado de tela y delante, el caballo. Un caballo a tamaño natural, y subidos a él, mi amigo Rafa y yo, con nuestros 16 años y nuestros sueños de mil y una aventuras.
Otra fotografía que gustaba mucho era la que te hacían detrás de la silueta de un torero. Chuleabas de lo lindo enseñándola a los amigos.
R. – El cabrero que ofrecía la leche, ordeñando la cabra en la puerta de la casa que la solicitaba. Se vendía la cabra y la leche. El que tenía interés en comprar la cabra, le pedía al cabrero que le trajese la leche dos días seguidos para asegurarse que compraba calidad.
R. – Los ganaderos, tratantes y visitantes, cuando venían a la feria, buscaban alojamiento para ellos, sus yeguas y caballos, en las posadas. En la plaza, la de la familia de Cupido y en la calle Toril, de la familia de Ñacle.
R. – Los Joyeros que nos visitaban todos los años, eran dos familias, venidas de Puertollano y Valdepeñas: Los García, en frente del comercio de Antonio Ñacle, donde ahora está el estanco y la otra por encima.
Los Vasconcellos, familia de Córdoba, se situaban en la corredera, en el estanco de Víctor, donde estuvo la oficina del butano.
El primer regalo para la novia o para la nuera, los pendientes.
Para la hija, la medalla de la Virgen niña. El reloj para el hijo y el crucifijo, cuando marchaba a la mili. La pulsera para la esposa.
«Vamos niña a coger la aceituna del suelo, que cuanto más cojais, más cositas os compraré en la feria». Y las niñas se afanaban, ilusionadas, pensando en las sábanas de calidad que luce el escaparate del comercio de la Viuda de Aurelio Gallego: «El burrito blanco» y la «viuda de Tolrrá».
Los comerciantes de Almodóvar, durante esos días, sacaban sus mejores artículos y engalanaban sus escaparates, pues Almodóvar recibía muchos visitantes con dinero fresco de los negocios.
R. – Eran muy solicitados los caldereros, con los doraos; el almirez, las capuchinas, los candelabros, y los calderos.
R. – El puesto con el que todos los niños soñábamos era el de los juguetes; sus muñequitas y pelotas de goma en forma de gajos con distintos colores, que se enganchaban al dedo corazón con un cordón elástico para botarlas. Las motos y cochecitos de chapa pintada, algunos de cuerda. El carrito de madera y su caballito de cartón…
Felicitamos y agradecemos a todas las personas que con tanta simpatía y buena memoria, han sabido transportarnos a esa feria de Marzo, que nosotros conocemos gracias a sus testimonios.