Cuántas veces nos preguntamos sobre la vida, sobre lo que vivimos, lo que no vivimos, lo que necesitamos, lo que no logramos, lo que soñamos…
Y cuántas frases hay de esas célebres que, como si vinieran a explicar lo que nosotros somos incapaces de dar forma con palabras, nos dan una pista, o quizá un pensamiento más racional. Bastantes ¿verdad?
Aún así, no conviene conformarse con leerlas o darlas incluso por válidas, pues, al fin y al cabo, el pensamiento es un pájaro de voluptuosas alas capaz de volar al horizonte infinito de la razón y la verdad, ambas muy relativas, dicho sea de paso.
Escuchaba una frase de John Lennon, un personaje para mi gusto demasiado controvertido y cuya personalidad se magnificó por su asesinato cuando, posiblemente, de vivir hoy, quizá fuera un ídolo más caído victima de las drogas o del desencanto por la propia vida; quién sabe, pero que en esos momentos de lucidez y de juventud, antes de morir, acertó a decir: » la vida es todo lo que nos ocurre mientras hacemos otros planes«.
Me gustó este pensamiento, más por lo esencialmente cierto que por aquello que pudiera tener de resignación con respecto a la vida y a cuanto nos ocurre. Y digo bien, esencialmente cierto, porque muy a pesar de los pesares, ajeno a nuestra voluntad, a nuestros deseos o a lo que creamos merecer y necesitar, la vida te hace vivir día a día, aquí y allá, esto y aquello mientras nosotros deseamos hacer otra cosa y estar en otro lugar.
Es un continuo antagonismo entre lo que vivimos y lo que desearíamos vivir, de tal manera que, casi siempre vivimos en la disconformidad y por tanto en el anhelo.
La cuestión, creo yo, es el nivel de aceptación, que no resignación, en el que vivimos cada cual, porque aunque parezca lo mismo, no lo es, no al menos a la hora de encontrarle un sentido a nuestra vida.
Yo acepto la vida tal cual es, como me toca, al menos de un modo digamos sereno y consecuente, al tiempo que le busco lo vital y necesario para evolucionar como persona.
Del mismo modo entiendo la derrota aunque siempre me guste más la victoria, por supuesto, porque de la derrota aprendo y me da un motivo para mejorar; de la victoria únicamente me congratulo aunque el equilibrio también está en no instalarse en la derrota porque entonces estaríamos hablando de abandono.
Con la vida, ese es el pulso que a mi entender debo tener.
Aceptar lo que me viene, pero sin caer en abandonos, ni en derrotismos, menos aún en la resignación, como bien diferenciaba antes, porque esa es la actitud del perdedor, del que ni tan siquiera se da la oportunidad de conocerse a sí mismo.
La actitud, por el contrario, del vividor en su sentido amplio y necesario para afrontar la vida y sus proyectos por vivir, es la de sentir en cada momento que todo cuanto le ocurre es un continuar hacia delante con esperanza y con inquietudes.
Conozco pocas personas, incluso pienso que casi puedo afirmar que no conozco a ninguna, que sienta una plenitud absoluta en su vida. Pero imaginemos por un momento que hubiera alguien que, efectivamente, afirmara con absoluta rotundidad su plenitud personal.
No le preguntarías acaso por el miedo a perderla, es decir, a que ¿no fuera a durarle demasiado? Porque, he aquí lo delirante de la propia vida, que en lo malo parece persevera, mientras que en lo bueno se muestra vulnerable amén de efímera.
Preguntarse estas cosas, bien sé que provoca cierta zozobra interior, pero no sé, amigos, creo que el equilibrio interior es importante, y como buena balanza, ha de tener dos platillos: uno para los anhelos y otro para la realidad.
Gana peso la realidad porque la llenamos con más cosas, mientras que los anhelos son ligeros y a veces también volátiles por la inmadurez y volubilidad del ser humano, precisando unas veces una cosas y otras veces otras dependiendo de la evolución y el crecimiento del individuo.
John Lennon no fue un ejemplo de equilibrio, a mí al menos no me consta que lo fuera a pesar de componer bellas canciones con letras realmente preciosas, un ejemplo » imagine», en la que imagina un mundo lleno de gente en paz, en fin, una utopía.
Sin embargo, su frase me parece todo un punto a la hora de dar sentido a la máxima experiencia y privilegio que es la propia vida; lo que nos ocurre mientras hacemos otros planes, es efectivamente, eso que hacemos llamar vida.
Pero aún cabe decir algo más: para los que creemos en Dios y lo sentimos continuamente presente en nuestra vida, sabemos que todos para sí, tenemos muchos planes, es verdad, pero Dios sólo uno para cada uno de nosotros.
Así pues, nada temamos. Lo que habrá de ser…¡será¡