El día 10 de Junio celebra la Iglesia la Fiesta del Corpus Cristi y el Día de la Caridad. Recordamos en esta fiesta una experiencia fascinante, la experiencia del Amor de Cristo: un amor sin límites, de una vida entregada hasta el límite, por amor.
Jesús, «la noche antes de morir», «sabiendo que había llegado su hora», quiso hacernos comprender, hasta donde fuera posible, los sentimientos que vivía en esa hora.
Escogió un signo: el pan y el vino, algo que nos entrara por los ojos. Estando sentado a la mesa tomó un pan, lo partió y lo dio a comer a sus discípulos, diciéndoles que era su mismo cuerpo, el que estaba a punto de entregarse por amor hacia los discípulos y a toda la humanidad.
«Tomad y comed»: Que comáis de este pan, porque este pan se ha hecho cuerpo de Jesús. Quien coma de este pan se une a Cristo en profundidad e intimidad inimaginables.
El vino en la copa es su sangre derramada por amor. Bebed hasta embriagaros, que es vino de amor.
El pan y el vino están significando toda la capacidad de amor de Jesucristo, toda su necesidad de entrega, todo su deseo de unión e intimidad.
Y desde ese amor, al comulgarlo, nos hacemos también pan y vino entregados a los demás, como bien dice la Madre Teresa de Calcuta:
«Tú, Señor, Tú eres:
el HAMBRE que debe ser saciada,
la SED que deba ser apagada,
el DESNUDO que debe ser vestido,
el SIN TECHO que debe ser hospedado,
el ENFERMO que debe ser curado,
el NO ACEPTADO que debe ser recibido,
el RECHAZADO que debe ser acogido,
el ABANDONADO que debe ser amado,
el MENDIGO que debe ser socorrido,
el BORRACHO que debe ser escuchado,
el LOCO que debe ser protegido,
el INSIGNIFICANTE que debe rehabilitarse,
el CIEGO que debe ser acompañado,
el COJO que necesita una mano amiga,
el DROGADO que puede regenerarse,
la PROSTITUTA que puede ser habilitada,
el ANCIANO que debe ser escuchado por los demás».