Otro año más tenemos la gracia de poder celebrar la fiesta de nuestra Patrona: la Virgen del Carmen.
Una de las notas características de la espiritualidad del Carmelo es la presencia de la Virgen María en nuestra vida, la comunión con su persona y la imitación de sus virtudes.
La Virgen María fue una mujer abierta siempre a la voluntad de Dios; viviendo austeramente; preocupada por los demás; llevando siempre en su alma el Espíritu de Dios…
Una auténtica devoción y cariño a la Virgen, bajo la advocación del Carmelo, debe ser un compromiso por vivir lo que Ella vivió y como Ella vivió.
En este año del doctorado de San Juan de Ávila se inicia también el año de la fe: la transmisión de la fe a través de nuestras vidas.
«A los fieles corresponde, en particular, demostrar, con el propio testimonio, que la fe cristiana constituye una respuesta a los problemas existenciales que la vida plantea en cada tiempo y en cada cultura, y que, por lo tanto, la fe interesa a cada hombre…
Para ello hay que superar la fractura entre Evangelio y vida, recomponiendo en la cotidiana actividad- en la familia, en el trabajo y en la sociedad– la unidad de una vida que encuentra en el Evangelio inspiración y fuerza para realizarse en plenitud».
Los seglares, dijo el Concilio Vaticano II: deben ser levadura del mundo:
«Igual que la levadura, contribuyan desde dentro a la santificación del mundo y de este modo manifiesten a Cristo a los demás, brillando, ante todo, con el testimonio de su vida, en la fe, esperanza y caridad.» Le está faltando a nuestras devociones y a nuestra fe una vida que resulte ejemplar y diferente; un vivir la fe con todas sus consecuencias y que haría de cada cristiano una lumbrera atractiva y luminosa.
Ojalá que la celebración de la fiesta de nuestra Patrona, la Virgen del Carmen y la celebración del doctorado de nuestro Patrono San Juan de Ávila nos sirva para crecer un poco más en la vivencia de la fe en nuestro existir de cada día y contribuyamos cada a uno a hacer un mundo como Jesucristo y su Madre quieren.