El siete de octubre de 2012 es una fecha que pasará a la historia de nuestra parroquia y del pueblo de Almodóvar, porque ese día san Juan de Ávila fue reconocido como Doctor de la Iglesia Universal. Y utilizo el verbo «reconocer» para subrayar que su nombramiento, así como su beatificación y su posterior canonización, no son meros títulos honoríficos otorgados para distinguir su figura.
Estas declaraciones oficiales de la Iglesia son el final de un proceso de análisis exhaustivo de su vida y de su obra. Después, el resultado de ese estudio riguroso se rubrica de manera oficial y se proclama pública y solemnemente.
Por eso, el Doctorado de san Juan de Ávila, más que la concesión de un honor, es el reconocimiento de la verdad acerca de su vida y de su obra. Nos alegramos, por tanto, por san Juan de Ávila y, cómo no, por el bien que ha hecho y seguirá haciendo su testimonio personal y su obra escrita.
Ambas dimensiones –testimonio personal y conocimiento de su obra– son las que han recibido la certificación oficial de la Iglesia que, con su canonización y con su proclamación como Doctor, ha querido decirle a todos los católicos del mundo que merece la pena conocer a san Juan de Ávila, porque él es un icono del mismo Jesús en su modo de actuar y en su capacidad para captar la verdad de Dios y exponerla a los hermanos.
Ha comenzado el Año de la Fe y, dentro de él, nuestra diócesis celebrará un Jubileo dedicado a San Juan de Ávila con su claro objetivo: avivar la fe de la gente desde la figura de este santo que conoció, amó y siguió a Jesucristo con pasión.
A todos los fieles de Almodóvar se nos convoca ahora para realizar una doble tarea: evangelizar y servir a quien venga a ganar el Jubileo. Evangelizar sabiendo que la fe crece y se profundiza cuando se trasmite a otros, y que esta acción se compone de muchas otras pequeñas acciones que abarcan, desde la realización de las tareas más básicas –como es ofrecerse para abrir y limpiar los lugares jubilares-, hasta de enseñar a otros rasgos de la figura y la obra del santo.
Y, junto a la tarea de evangelizar, la de servir, que es también un modo de evangelizar dando un testimonio de acogida fraterna. Esto supone estar dispuestos a salir de nosotros mismos y lanzarnos a dar un ejemplo práctico de amor fraterno: recibir con cordialidad, guiar, atender preguntas y necesidades, facilitar la visita, dar gusto a quien viene… Todos hemos de ser voluntarios en este Jubileo. No importa la edad, ni las capacidades que uno tenga. Lo importante es ofrecerse y desear evangelizar y servir, en nombre de Cristo, a quien nos visite, para, así, hacer crecer nuestra fe y fortalecer la de quien nos visite.
No lo dudes: ¡Hazte voluntario del Año Jubilar!