1 de septiembre 2012
Carlo Maria Martini fue jesuita, cardenal de la Iglesia católica y arzobispo de Milán.
Martini fue ordenado sacerdote en 1952 y comenzó una carrera brillante, tanto en el ámbito académico como en el eclesiástico.
El cardenal Martini era experto en el Nuevo Testamento y había estudiado los papiros y códices que contienen el texto griego de los Evangelios; obtuvo varios doctorados y dominaba seis idiomas modernos, además del latín, del griego y del hebreo clásicos.
Entrevista hecha al Cardenal Martini unos días antes de morir:
P.-¿Cómo ve la situación de la Iglesia?
R.- «La Iglesia está cansada, en la Europa del bienestar y en América.
Nuestra cultura se ha envejecido, nuestras Iglesias son grandes, nuestras casas religiosas están vacías y el aparato burocrático de la Iglesia crece, nuestros ritos y nuestros vestidos son pomposos.
Sin embargo, ¿todo esto expresa lo que nosotros somos hoy? (…)
El bienestar pesa. Nosotros nos encontramos aquí como el joven rico que se volvió triste cuando Jesús le llamó para hacerlo convertirse en su discípulo.
Ya lo sé, no lo podemos dejar todo con facilidad. Pero, al menos, podremos buscar hombres que sean libres y más cercanos al prójimo. Como lo han sido el obispo Romero y los mártires jesuitas de El Salvador.
¿Dónde están los héroes que nos inspiren »
¿Quien puede ayudar a la Iglesia hoy?
R.- «El padre Karl Rahner usaba a menudo la imagen de las brasas que se esconden bajo la ceniza.
Veo en la Iglesia de hoy tanta ceniza sobre las brasas que, a menudo, me invade una sensación de impotencia,
¿Cómo se puede liberar la brasa de la ceniza para que pueda reavivar la llama del amor?
Ante todo, tenemos que buscar esa brasa.
¿Dónde están las personas llenas de generosidad como el buen samaritano, que tienen fe como el centurión romano, que son entusiastas como Juan Bautista, que son fieles como María Magdalena?
Yo aconsejo al Papa y a los Obispos que busquen doce personas fuera de lo común para los puestos de dirección.
Hombres que estén cerca de los pobres, que estén rodeados de jóvenes y que experimenten cosas nuevas.
Necesitamos confrontarnos con hombres que queman para que el espíritu se pueda difundir por todas partes.
P.-¿Qué instrumentos recomienda contra el cansancio de la Iglesia?
R.- Yo recomiendo tres muy fuertes.
El primero es la conversión: la Iglesia debe reconocer sus errores y tienen que seguir un camino radical de cambio, empezando por el Papa y los obispos…
Las preguntas sobre la sexualidad y todos los temas relacionados con el cuerpo son un ejemplo. Estos son importantes para todos y, a veces quizás son incluso demasiado importantes.
Cabe preguntarse si la gente escucha todavía los consejos de la Iglesia en materia sexual.
¿En este campo, la Iglesia es todavía una autoridad de referencia o sólo una caricatura en los medios?
La segunda es la Palabra de Dios. El Concilio Vaticano ha restituido la Biblia a los católicos. (…)
Sólo la persona que percibe en su corazón esta Palabra puede hacer parte de quienes ayudarán a la renovación de la Iglesia y sabrán responder a las preguntas personales con una opción correcta.
La Palabra de Dios es simple y busca como compañero un corazón que escuche (…).
Ni los clérigos ni el Derecho eclesial podrán sustituir la interioridad del hombre.
Todas las reglas externas, las leyes, los dogmas, nos han sido dados para aclarar la voz interior y para el discernimiento de los espíritus.
¿Para quienes son los sacramentos?
Estos son el tercer instrumento de sanación.
Los sacramentos no son un instrumento para la disciplina, sino una ayuda para los hombres en los momentos del camino y en las debilidades de la vida
¿Llevamos los sacramentos a los hombres que necesitan una nueva fuerza? (…).
P.-¿Qué hace usted personalmente? R.-¿Tenemos miedo? ¿Miedo en lugar de coraje?
Sin embargo, la fe es el fundamento de la Iglesia.
La fe, la confianza y el coraje.
Yo soy viejo y enfermo y dependo de la ayuda de los demás. Las personas buenas a mi alrededor me hacen sentir el amor. Este amor es más fuerte que el sentimiento de desconfianza que tan a menudo percibo en las confrontaciones de la Iglesia en Europa.
Sólo el amor vence el cansancio.
Dios es amor.
Todavía tengo una pregunta para ti: ¿qué puedes hacer tú por la Iglesia?