Siguiendo a nuestro Patrono y paisano S. Juan Bautista de la Concepción, reflexionamos sobre algunos pensamientos suyos, que vienen bien para este año de la fe, que estamos celebrando en toda la Iglesia.
Estas ideas de nuestro Patrono tienen como finalidad avivar el fuego de la fe en los que nos llamamos cristianos y hacer que seamos testigos luminosos y valientes del mensaje de Jesús en medio de una sociedad, que va perdiendo el gran sentido de la existencia y las grandes preguntas.
1.- Los creyentes podemos vivir nuestra fe con flojedad, sin fuerza y sin esfuerzo, orando sin fervor (si hervor), haciendo las cosas a medias, con cansancio y tibieza.
Nuestra vida debería ser un caminar cada día con nuevo entusiasmo desde la fe.
San Pablo, en el texto que cita, a continuación, nuestro Santo, escribe: «No quiero decir que haya logrado ese ideal o conseguido la perfección, pero me esfuerzo en conquistar aquello para lo que yo mismo he sido conquistado por Cristo«
Así piensa escribe nuestro S. Juan Bautista de la Concepción:
«Como el galgo que va tras la liebre: que, por alcanzarla y que no se le vaya, se alarga y desencoge, de suerte que quisiera dilatarse doblado de lo que es. Así dice san Pablo (cf. Flp 3,13) que, para las cosas santas y buenas que no había hecho, tras que corría y andaba, se le salía el alma, se extendía y alargaba, no se le fuesen de entre las manos. Como el pobre jornalero que no tiene qué comer si no es de la tarea del día presente, que procura trabajar con alma y vida y desea, si pudiese, detener el sol para que el día fuese más largo». ( Tomo IV; pag. 19)
2.- Otra virtud que recomienda nuestro Patrono es agilidad, «ligereza de equipaje»; desembarazarse de cosas y cuidados mundanos:
Se puede caer en la tentación de ir por la vida cargados de cosas. Cosas, a veces, inútiles, o accesorias. Para ello cuánta lucha y esfuerzos inútiles y cuánto cansancio, que genera falta de alegría.
Nuestro santo paisano recomienda dejar trastos inútiles.
No hacen falta tantas cosas para vivir. La publicidad hace creer que no se es feliz si no se tiene todo, y ese todo cambia rápidamente. De esta forma nos convierte esta «civilización» en máquinas de consumir, en almacenes de cosas.
«Grande yerro fuera seguir a un hombre que va a la posta desembarazado y ligero, y querer ir yo tras él cargado y embarazado de alforjas y fardeles y a pie. Es cierto, para la tal ocasión desearía un buen caballo e ir horro y aun, si pudiera, de sus propias carnes pesadas.
Recia cosa es que venga Cristo como un gayan a correr su camino pobre y humilde, y que pase su vida como un relámpago, que sale del oriente y no para hasta el occidente de su muerte y pasión, y que quiera yo seguirle lleno de cuidados y cargado de negocios y estorbado y detenido con mil defectos y faltas.
Por eso dice Cristo que el que le hubiere de seguir que ha de ir desembarazado, no solo de padre, madre y hacienda, sino de sí propio (cf. Mt 16,24)».
(Tomo IV pag. 10)
3.- Y, con un lenguaje atlético, nos recomienda S. Juan Bautista de la Concepción dos virtudes preciosas para vivir «ligeros» y felices: correr y saltar:
«Lo de los hebreos, de celebrar la pascua comiendo pan sin levadura tránsito que fue de prisa. Y san Pablo: Corred de manera que lo consigáis: lª Cor.9, 24).
Corren por dos cosas: porque es grande la sed que tiene Dios de las almas, el cual deseo lo comparó a sed, no a hambre, porque el hambre tarda en mascar, etc.
Lo segundo, hemos de correr porque corre Dios, si hemos de andar con él. Y Cristo camina tan de prisa: Miradlo aquí llega, saltando por montes (Cant. 2,8).
Que camina Dios a saltos del cielo al vientre virginal, del vientre al pesebre, del pesebre a la cruz, de la cruz al sepulcro, al limbo; del limbo al mundo, del mundo al cielo, del cielo al corazón de los hombres. Y faltan otros dos saltos, que son, en el juicio, al valle de Josafat y de ahí al cielo.
Pues, para seguir a Cristo y no apartarnos de él, hemos menester saltar.
El que hubiese de saltar, lo primero ha de quitar la carga tan pesada como es el pecado. ( Tomo IV pag. 594)