En este artículo os voy a contar otra historia sobre la importancia que tiene la música en algunas personas.
Hace varios años se matriculó en nuestro Conservatorio de Música, una niña pequeña llamada María.
Los padres de esta niña quisieron que su hija entrara en contacto con la música a una temprana edad (4 años) y la matricularon en unos cursos que implanté en nuestro centro antes de que los alumnos pudieran matricularse oficialmente a los 7 años.
Esta niña vivía en su casa con sus padres, hermana y abuelos maternos.
Sus padres eran profesores y por falta de disponibilidad de horarios con las actividades de María, el abuelito era el encargado de acompañar a su nieta a las clases de Música.
Este señor era un hombre cariñoso, bondadoso, un hombre entrañable y a la vez, un amante de la música, cuya predilección era el «Concierto de Aranjuez» del gran compositor español Joaquín Rodrigo.
Al llegar la hora, y antes de que yo comenzara la clase con María, se sentaba delante del piano y con un sólo dedo tocaba de oído las notas del tema más conocido de este maravilloso concierto.
Transcurridos unos segundos, se levantaba orgulloso de haber tocado esas notas, se salía del aula y esperaba a que María finalizara su clase.
Con el paso del tiempo cayó enfermo y tuvo que ser hospitalizado.
Cuando fui a visitarlo, recibí la triste noticia: se estaba muriendo.
No pudo verme ni hablarme, no articulaba palabra alguna según me comentó su mujer e hijos, pero no podía despedirme de aquella manera.
Al día siguiente volví al hospital con un último regalo de mi parte: le llevé un radiocasete con la cinta de la música que tantas veces había escuchado y se la puse encima de su pecho.
Cuando empezó a sonar la música, su familia y yo nos quedamos asombrados y conmocionados porque exclamó nítidamente:
¡»EL MAESTRO RODRIGO»!
Fueron sus últimas palabras.
El día de su entierro le toqué el Concierto de Aranjuez saliendo de la iglesia.
Con estas historias he querido plasmar la fuerza que puede llegar a tener la música en nuestras vidas.
Según decía Martín Lutero, la Música es hija del cielo y es el más bello y glorioso don de Dios.
Es una disciplina, educadora y hace a las gentes más dulces, más amables, más morales o más razonables.
Por ello, me gustaría felicitar a todas aquellas personas que viven, disfrutan o se sienten atraídos por este arte, por la preciosa afición que han tenido la suerte de sentir o vivir o por ver en la música el lenguaje de emociones y sentimientos que necesitamos para ser más felices en nuestras vidas.
Estoy totalmente convencido que el Amor por La música y La Presencia de Dios en nuestras vidas son los dos pilares que todo el mundo necesitaría tener para conseguir la plenitud de vida.