En el evangelio de san Mateo (cap.25) aparece la parábola de los talentos: un hombre que dejó a sus siervos a cargo de sus bienes y lo hizo en proporciones diferentes, con el fin de que negociasen ellos con los bienes; pasado un tiempo les pedirá que rindan sus cuentas.
Los dos primeros devuelven al amo lo que han recibido doblado y reciben el premio correspondiente. El tercero sólo entrega a su señor lo que éste le había confiado; alegando que, como sabe que su amo es exigente, «que cosecha donde no ha sembrado», enterró sus bienes y ahora se los devuelve. El señor se enfada y lo castiga por perezoso.
Podemos trasladar esta parábola a nuestra vida espiritual. El Espíritu Santo regala a cada uno de nosotros sus dones. Una cosa está clara, al final se nos juzgará por el rendimiento que hayamos hecho de los dones que nos han correspondido.
Cada persona tiene sus talentos. Así el santo cura de Ars sufrió en el seminario para lograr ordenarse por culpa del latín, que no se le daba muy bien. Pero, destinado como párroco en un pueblecito, poco a poco se fue extendiendo su fama de confesor y venían de toda Francia a buscar el perdón del Padre a través de su «sabiduría» y santidad.
Santa Teresa del Niño Jesús es una carmelita que ingresa en el convento con quince años y muere con veinticuatro años. Durante su vida en el convento no realiza ninguna hazaña extraordinaria, sólo vive con total entrega a su vocación, consagrándose especialmente en ayudar a las misiones. La iglesia le nombra patrona de ellas junto con San Francisco Javier. Reconoce su pequeñez y la pone al servicio de Jesús.
Me detengo en la Virgen María: Indudablemente el Espíritu santo se vuelca en ella con sus «talentos». Me fijo en dos, en primer lugar, su confianza en Dios, se declara su «esclava», hace que su voluntad sea la voluntad del Padre; vive exclusivamente para hacer lo que Él desea.
Otro talento de la Virgen aparece en el «Magnificat»: Mi espíritu se alegra en Dios mi salvador porque ha puesto los ojos en la pequeñez de su esclava«. El otro talento, entre tantos, es la humildad.
A Pedro el Espíritu Santo le regala un corazón apasionado junto con la humildad para reconocer sus errores y una gran capacidad de liderazgo. Estos talentos resultan a veces explosivos. Jesús le llama y Pedro deja todo para seguirle; se enfrenta a Jesús cuando anuncia por primera vez su pasión; lo hace con prudencia, llevándole a aparte y escucha cómo Jesús le llama Satanás.
Pide a Jesús que le permita andar sobre las aguas del lago embravecido y tienen que pedir ayuda cuando se hunde al perder la fe en el milagro. Niega a Jesús tres veces, para llorar amargamente a continuación. Corta la oreja a una criado del sumo sacerdote, en defensa de Jesús. Al preguntarle Jesús si le ama más que los otros, se limita a decir: Tú sabes que te amo.
Pedro siempre habla en nombre de los doce y, en un momento concreto, cuando les pregunta Jesús si ellos también quieren abandonarle, Pedro contesta en nombre de todos: ¿¿Dónde vamos a ir si sólo Tú tienes palabras de vida eterna? Pedro tiene también el «talento» de la fidelidad.
En la figura de Job contemplamos los «talentos» de la paciencia y la aceptación. En el libro de Job 1,13 se dice: «Un día en que sus hijos e hijas comían y bebían en casa del hermano mayor, legó un mensajero a casa de Job con esta noticia: » Estaban los bueyes arando y las burras pastando a su lado, cuando cayeron sobre ellos unos sabeos, apuñalaron a los mozos y se llevaron el ganado. Sólo yo pude escapar para contártelo…«
Lo mismo sucede con las ovejas y pastores, con los camellos y con los hijos e hijas… Y continúa la Biblia: «Job se levantó, se rasgó el manto, se rapó la cabeza, se echó por tierra y dijo: «Desnudo salí del vientre de mi madre y desnudo volveré a él. El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó, bendito sea el nombre del Señor.«
A cada uno de nosotros el Espíritu Santo reparte sus «talentos», con un fin concreto: que los pongamos al servicio de los demás. Se puede decir que son como un préstamo del que tendremos que dar cuenta. Un «talento» valioso es la inteligencia, abre puertas, posibilita una carrera; pero conlleva la responsabilidad de ponerla al servicio de los demás. Los sacerdotes, los religiosos, los monjes y monjas de clausura dedican todas sus fuerzas para buscar el bien de los demás a través d sus diferentes carismas o «talentos» recibidos del Espíritu Santo.
Las chicas que nos atienden en la Residencia buscan nuestro bien dándonos todo su cariño. Ese es el talento que han recibido.
¿Y cuáles son nuestros talentos, y cómo los desarrollamos?