Él nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor (Ef 1,4]
Amiga/o, no te conformes con cumplir el expediente, con el aprobado raspado, con «fichar» y a otra cosa…Aspira al sobresaliente, a la felicidad auténtica, al Amor con mayúsculas…
Amiga/o, este abecedario está pensado para ti… ¡Adelante!
Ama y como dijo, a medias, san Agustín, haz lo que te dé la gana… En esta letra, en este verbo se resume todo el abecedario.
Busca a Dios constantemente. En cada momento, en cada ocasión y, sobre todo, en cada hermano necesitado. Los pequeños, los débiles son autopista directa y sin peaje hacia la santidad.
Convierte en presencia de Dios todo lo que toques.
Derrocha generosidad. Al Señor no le vence nadie en generosidad. Y en el diccionario de los santos la generosidad es sinónimo de felicidad.
Escucha más a menudo al niño que llevas dentro… Para él, llegar a ser santo «está chupado».
Fíate de Dios, de tus amigos, de tu familia, de tu gente… Ah, y si quieres llegar a ser perfecto, fíate de los que la sociedad denomina «malos de la película».
Goza de la noche estrellada, y el mañana, sencillamente, déjalo en manos de Dios.
Habla con tu corazón, con tu vida, con tus buenas acciones. Recuerda que cuando hablan los hechos, sobran las palabras.
Inténtalo una, dos, tres…, cien veces, pues lo imposible (la santidad) suele ser casi siempre lo que no se intenta.
Júntate a los pobres, a los necesitados, a los que nadie quiere, pues si sólo amas a los que te aman, si sólo vas de copas o de paseo exclusivamente con tu gente…, ¡jamás llegarás a ser santo!
Levántate. Santo no es el que nunca cayó, sino el que siempre se levantó. Métete «en el bolsillo» y en el corazón a Dios. Es fácil: tan sólo demuéstrale todos los días lo mucho que le quieres.
Numera las bendiciones, las gracias, los regalos que Dios te concede cada día… ¡Perderás la cuenta!
Ora. La oración es la fuerza de los débiles, el arma secreta de los santos.
Pasa inadvertido haciendo el bien. Evita el aplauso, la medallita y la palmadita en el hombro. Todo lo bueno, lo hermoso y lo santo de esta vida comparten la misma denominación de origen: la sencillez, la humildad.
Reconoce tu error, tu pecado. Es la herramienta preferida de los santos.
Sonríe. La vida es demasiado corta para ponerle caras largas. La risa es el disolvente universal de todas las preocupaciones y la distancia más corta entre Dios y el hombre.
Trabaja. La suerte de los santos es un 1% de inspiración y un 99% de transpiración. El trabajo es una gran cosa: redime y hasta santifica.
Utiliza los obstáculos que te encuentres para convertirlos en trampolines, los problemas en oportunidades, las preocupaciones en ocupaciones.
Vive. Ten el valor de vivir. Morir, eso lo sabe hacer cualquiera.
Zambúllete en el corazón de Dios y recibe cada día una transfusión de amor, de paz, de felicidad…, de santidad.
(Rvta. «Misión Joven»)