Una de las cosas principales que el hombre busca en su historia es encontrar un sentido a su vida. La angustia existencial de la persona consiste en no encontrarlo.
Hay quien quiere descubrir el sentido de la vida en el dinero, en el sexo, la droga, el poder…; pero todo eso no le da una respuesta total y definitiva a su búsqueda íntima.
La persona humana es un ser, por constitución, abierto y buscador de Infinitud, de Dios; viene de Dios, está viniendo, porque la existencia es un continuo recibir el ser y está abierto a Dios.
El hombre puede apagar sus deseos de infinito y vegetar, vivir y morir, o buscar más allá del tiempo el sentido hondo de la vida.
Apagar esa sed de Dios es un absurdo humano. El hombre siempre espera algo más de lo que tiene, tiende hacia le felicidad infinita.
Las cosas materiales y las personas que el hombre experimenta a lo largo de toda su vida no llenan su sed de Infinito.
Querer que el hombre se conforme con lo de aquí es como matarlo.
Si la muerte fuera la última palabra, nada tendría sentido.
¿Para qué vivir si el fin fuera la nada?
El máximo enigma de la vida humana es la muerte, el hombre sufre con el dolor y el deterioro progresivo del cuerpo, pero su máximo temor es morir para siempre.
Para el creyente Dios existe y es el Creador de todo y de todos. Si Dios nos crea como personas significa que nos quiere como personas y, por tanto, no nos puede tratar como cosas que se usan y se tiran.
Si el hombre no viviera para siempre, sería como una cosa que una vez usada, se tira. Si Dios nos quiere, no quiere para siempre.
Quien pone en Dios toda su esperanza, nunca será defraudado. Dios es fiel y cumple siempre.
La esperanza cristiana es una virtud teologal, que tiene a Dios como origen, es Él quien la infunde en nuestros corazones. Dios Padre nos promete hacernos partícipes de su vida para siempre.
La esperanza cristiana ha llenado el corazón de muchos hombres y mujeres, moviéndoles a vivir con plenitud y dar su vida por Cristo.
Es una esperanza que la muerte no interrumpe, sino que precisamente en la muerte encuentra su cumplimiento, pues a través de ella, se nos abre el encuentro con Dios para siempre.
Para quien no cree en Dios, o porque no le conoce o porque lo ha rechazado, hay otra esperanza: los bienes de este mundo, que aún siendo buenos son pasajeros.
Esperar la salud, la prosperidad terrena…cosas de este mundo, que aún siendo buenas, nunca sacian el corazón humano abierto a Dios.
Cuando no es Dios nuestra esperanza, vivimos con las alas recortadas, rodeados de cosas que no entusiasman y llenan totalmente el corazón.
Una esperanza sin Dios es una esperanza temerosa de perder incluso aquello poco que se tiene. Dios es la única garantía que elimina todo temor.
Sobre este tema tiene nuestro Santo Doctor Juan de Ávila muchos pensamientos:
La esperanza de gozar para siempre de Dios acepta cualquier dolor en esta vida:
«Cuando el herrero quiere machacar algún hierro, toma las tenazas y lo coge muy bien, y cuando lo tiene asido, hiérelo a su placer, sin temor que se le suelte.
No hay cosa, por amarga que sea, que la esperanza de ir al cielo no la sufra. Uno que muy firme tenga en su corazón:
«Llevarme tiene al cielo, gozar tengo de Dios, para siempre tengo de estar con Él», todo lo sufre y todo lo lleva, todo lo hace, no siendo nada dificultosos, todo le parece que es nada cuanto padece en comparación de lo que espera, que es ir al cielo a gozar de Dios»
(S. Juan de Ávila. Sermón 82)
Estamos librados de la ley de la muerte:
«Y también nos libró de la ley de la muerte; porque aunque hayamos de pasar por ella, no hemos de permanecer en ella, mas, como quien se echa a dormir y después recuerda, nos ha el Señor de resucitar para vivir una vida que nunca más muera, y tan bienaventurada que reformará el cuerpo de nuestra bajeza y lo hará conforme al cuerpo de su claridad».
( Audi Filia cap. 22)
El que tiene esperanza anda encendido en un vivísimo amor:
» El que tiene esta esperanza, se limpia, se santifica en el Señor.., mayor cuidado, mayor diligencia, mayor solicitud tiene, mirando y remirando cómo agradará a Dios, cómo le servirá, cómo le contentará en todo, más mil veces en comparación que un paje u otro criado tiene de servir al rey u otro señor.
Andan encendidos en un vivísimo amor y caridad…embebidos y absortos en cómo amarán más, cómo servirán más, cómo agradarán más; mas el que esto no tiene, el que no trae esta diligencia, este fervor, luego se cae, luego empereza, luego desmaya, luego vienen los temores, luego se cansa en los trabajos y dice que no puede sufrirlos.
( S. Juan de Ávila. Sermón 82)
Resumiendo: estamos hechos para Dios. «Ninguno de nosotros vive para sí mismo y ninguno muere para sí mismo. Si vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, morimos para el Señor; en la vida y en la muerte somos del Señor» ( Rom. 14,7)
Desde esta experiencia de fe, la vida de una persona viene de Dios, está en los brazos y el corazón de Dios y, a través de la muerte, vive gozando para siempre de Dios.