Nuestro Año Jubilar está trascurriendo mediante el desarrollo de dos líneas de fuerza: la acogida de centenares de peregrinaciones, y realización de diversas celebraciones en honor de san Juan de Ávila.
Pero entre las citas más significativas de nos aguardaban, el día 7 de octubre aparecía marcado en color rojo, por cumplirse el primer aniversario de la proclamación de san Juan de Ávila como Doctor de la Iglesia.
Para esta jomada el calendario jubilar tenía reservada una celebración sin parangón: los seis obispos de Castilla la Mancha y el clero de la región estaban invitados a venir hasta la tierra natal del nuevo Doctor de la Iglesia, para celebrar su aniversario junto a la comunidad parroquial de Almodóvar de Campo.
Era la primera vez en la historia en que se celebraba un encuentro así. Nunca antes se había dado una cita que aunase a las cinco diócesis de la provincia eclesiástica de Toledo, la cual abarca la totalidad de la región castellano manchega y algunos territorios de Extremadura.
El objetivo del encuentro consistía en que los cinco presbiterios, encabezados por los seis obispos, vinieran hasta aquí como peregrinos y celebrasen una Eucaristía en acción de gracias por el Doctorado de quien es el patrón del clero español.
Igual que en todas las peregrinaciones, nuestra patrona, la Virgen del Carmen abrid las puertas de su templo para acoger a los trescientos peregrinos que llegaron hasta aquí venidos desde una multitud diversa de parroquias diseminadas a lo largo y ancho de la región. Algunos de ellos, tuvieron que realizar un trayecto de hasta doce horas entre el viaje de ida y vuelta.
Después que nuestro obispo Antonio saludo a todos los congregados, el párroco les dirigió un saludo en nombre de la comunidad parroquial y guio la oración mariana con que da inicio cada peregrinación.
A continuación, el conjunto de los peregrinos se dividió en dos grandes grupos que visitaron simultáneamente la exposición dedicada a san Juan de Ávila, y el oratorio y la cueva de su casa natal.
Después de visitar la exposición, muchos sacerdotes nos han pedido los textos y las imágenes que se presentan en ella, y nos han manifestado el acierto por su argumentación y por el modo de presentar su mensaje, que consiste en contar la experiencia y la biografía de san Juan de Ávila, poniéndola en dialogo con el proceso de fe y vocación de los visitantes.
De igual modo, podemos de constatar como un gran número de sacerdotes y obispos quedaron impresionados al poder acceder al lugar en el que san Juan de Ávila descubrió su vocación sacerdotal. Soy testigo del silencio, de la oración, de la actitud de recogimiento que manifestaron. En el oratorio y la cueva, todos dimos gracias por nuestra vocación sacerdotal y pedimos a Dios para que siga suscitándola en los jóvenes de nuestras parroquias.
La mañana terminó con la celebración el misterio central de nuestra fe y con aquello que da sentido al ser y a la misión de nuestra vida sacerdotal: la Eucaristía, celebrada en el mismo templo en que nuestro patrón inauguro su ministerio sacerdotal. Sin lugar a dudas, nuestro templo nos dice mucho a todos los sacerdotes, porque en el san Juan de Ávila dio cumplimiento a su proceso vocacional.
Si a muchos de nosotros la cueva nos evoca los años de búsqueda, discernimiento y capacitación vividos en el seminario, el templo jubilar nos evoca el día de nuestra ordenación y de nuestra primera Misa: el comienzo de una vida con Cristo sacerdote, ofrecida a nuestros hermanos con Él y en Él.
Todo terminó como se había previsto: en acción de gracias a Dios, por el doctorado de san Juan de Ávila y por nuestro sacerdocio. Pero el deseo de dar gracias no quedo circunscrito solamente a la celebración eucarística, sino que se tradujo en
centenares de gestos, palabras y mensajes que, tanto los obispos como los sacerdotes, nos trasmitieron ese día y a lo largo de los días posteriores.
Todos dieron las gracias al Jubileo, a los voluntarios y a la parroquia, por tanto bien realizado y recibido. Por eso, quiero terminar esta crónica volviendo a agradecer el esfuerzo, la disponibilidad y el buen hacer de todos los colaboradores que participan en la preparación y en el desarrollo de cada uno de los encuentro que venimos celebrando en este Año Jubilar.
Gracias a todos, y que cada evento que conseguimos realizar con éxito sea siempre para la mayor gloria de Dios y para el servicio de la fe de nuestros hermanos, realizando en la caridad fraterna que da vida a nuestra querida Iglesia.