Después de doce largos e intensos meses, acabamos de clausurar el Año Jubilar. Como decía nuestro Vicario en la vigilia del viernes: acaba el año jubilar, pero los objetivos de este año y el proyecto avilista de la diócesis no acaban; el año jubilar es la base y el punto de arranque de la nueva etapa que ha comenzado a partir del nombramiento de san Juan de Ávila como Doctor de la Iglesia.
La clausura del Año Jubilar ha abarcado cuatro dimensiones a las que les han correspondido cuatro tipos de actos. Hemos querido que la clausura fuera procesual y que todos los ámbitos que se han concertado en el jubileo tuvieran una celebración.
1. El encuentro diocesano de familias:
Una de las dimensiones más importantes del jubileo ha sido la pastoral. Las peregrinaciones han generado centenares de encuentros, celebraciones en las que han convergido fieles venidos de multitud de lugares y realidades eclesiales para encontrarse con las raíces de san Juan de Ávila y renovar su fe y su vocación.
Por su parte, nuestro jubileo ha supuesto una tarea permanente de trasmisión de fe y el desarrollo de un proyecto dirigido a estimular la conciencia vocacional y el testimonio cristiano.
Quisimos que todas las peregrinaciones, celebraciones jubilares y encuentros tuvieran un último encuentro que precediese a la clausura oficial, y la disposición de las fechas del calendario –un fin de semana antes del 4 de enero- nos ubicó directamente en el navideño fin de semana dedicado a la Sagrada Familia de Nazaret.
Por ello, la delegación de pastoral familiar y nuestro jubileo organizamos un encuentro de familias. La riqueza de la familia y su amplitud nos permitía proponer un encuentro en el que todo el mundo se sintiera invitado a participar, porque la familia es una realidad que nos incluye a todos. Todos pertenecemos a una familia y todos los cristianos constituimos la gran familia de los hijos de Dios que ha venido a crear Jesucristo por el misterio de su encarnación y por la efusión del Espíritu otorgado en su Pascua.
Una vez más, el núcleo permanente de los voluntarios y un número importante de nuevos voluntarios ofrecidos para colaborar en este encuentro extraordinario, nos pusimos a trabajar estructurando sedes y montando diversos talleres dirigidos a niños, jóvenes, matrimonios y familias. Cada uno de los destinatarios pudo elegir dónde participar, según sus preferencias y las características de su familia.
El resultado de todo nos dejó la vivencia de una jornada entrañable en las que los momentos comunes; los talleres de animación; la visita a las sedes jubilares; la adoración del Santísimo y la celebración de la Eucaristía que presidió nuestro obispo, constituyeron una de las celebraciones más memorables de este Jubileo.
2. La Vigilia de oración dedicada a san Juan de Ávila:
Los actos de clausura tocaron la dimensión de la comunión eclesial y de la trasmisión de la fe con el jubileo de familias, pero no podía faltar la celebración de un acto de oración especial. La oración es el alma de la vida cristiana y fue el alma profunda de san Juan de Ávila. Ella fue el canal del conocimiento personal del Señor. Nuestro Doctor pudo ofrecer la más alta doctrina cristiana porque aprendió a Cristo y su misterio en la oración.
La oración y la meditación han sido también una de las líneas de fuerza de nuestro jubileo, dado que nuestra peregrinación se proponía como una meditación, en camino, acerca de la vocación cristiana. San Juan de Ávila descubrió su vocación, aquí en Almodóvar, gracias a sus largos ratos de oración ante el Señor. El Sagrario de la parroquia y la cueva de su casa natal nos dan prueba de ello.
Animados por estas razones, elaboramos una vigilia de oración estructurada en cuatro partes que recorrían el itinerario espiritual de san Juan de Ávila en Almodóvar: 1) Su nacimiento y bautismo; 2) La búsqueda de su vocación en la cueva; 3) La asunción de su vocación manifestada en la celebración de su primera Eucaristía como sacerdote; 4) Y su partida misionera.
Quisimos que todo el templo evocase la intimidad y la hondura espiritual de la cueva, sobre todo, de la cueva interior que el Doctor y cada uno de nosotros albergamos en nuestro corazón. Para ello, una profusión de ráfagas de luz de diversos colores desplegaron sus haces sobre las bóvedas, el retablo, el altar y la imagen de nuestro santo.
Además, decenas de velas fueron remarcando las pilastras del retablo, el altar, las escaleras y el pasillo central del templo hasta crear un ambiente cálido y recogido que enriqueció el templo con miles de matices y sombras.
Los claroscuros del templo, la luz de las velas y la proyección lumínica sobre dos pantallas que sirvieron para seguir los textos de la vigilia, propiciaron un escenario asombroso capaz de introducir a todos los presentes en el necesario clima de oración.
Oramos con salmos y cantos; con textos del Doctor y poemas de algunos de sus contemporáneos; y con gestos referidos a las cuatro etapas… En la primera parte fuimos ungidos con perfume para recordar nuestro bautismo; en la segunda ofrecimos una imagen del Crucificado el centro del altar para evocar la oración de Juan de Ávila en la cueva; en tercer lugar, rememoramos su primera eucaristía trasladando y exponiendo el Santísimo; y, ante él, en la cuarta parte, oramos por todas las vocaciones de la Iglesia y por la de cada uno de nosotros.
Creo poder afirmar que nunca olvidaremos los momentos de esa noche santa en la que la luz de Cristo que iluminó a nuestro santo, se nos quedó prendida en el corazón.
3. Dos celebraciones de la Eucaristía
El jubileo debía terminar con la celebración de la gran acción de gracias de la Iglesia. En ella, Entregado-Resucitado nos ofrece su palabra y su propio Cuerpo para que nos incorporemos a su ofrenda personal al Padre por la salvación del mundo. Nuestro jubileo quedó unido para siempre a Cristo ofrecido en la certeza de que nuestra siembra será bendecida por el Padre Dios y El hará crecer sus frutos con la fuerza de su Espíritu.
La catedral de Ciudad Real, sede de nuestro obispo e iglesia madre de la diócesis, y la iglesia de Almodóvar llevaron a Dios nuestra acción de gracias como si se tratara de un rio y de su afluente. El rio de gracia con que Dios nutre nuestra diócesis, este año ha tenido una de sus desembocaduras más abundantes en Almodóvar, es por eso, que tanto que la catedral como en el que ha sido templo jubilar celebramos sendas Eucaristías para clausurar el Año Jubilar y para dar gracias a Dios por él.
El 4 de enero, aniversario de la apertura del Jubileo, la catedral se llenó de almodovenses que llegaron a la Iglesia madre para celebrar la Eucaristía con nuestro pastor Antonio y con decenas de sacerdotes y fieles que asistieron para sumarse a la celebración.
Una semana después, el sábado 11 de enero, nuestro templo parroquial recibió al obispo para celebrar con nosotros la acción de gracias por tantos dones recibidos: los que nos han capacitado para realizar el jubileo, los que hemos recibido a través de los peregrines y los que hemos desarrollado al servir a los demás.
Al final, la palabra «gracias» es la que resume este jubileo Las que hemos recibido del Señor y las que nosotros le damos a Él a todos los que han llevado a cabo esta aventura, y a quienes han peregrinado hasta la tierra natal del siempre celebrado nuevo Doctor de la Iglesia universal.
4. El acta de conmemoración del Jubileo
Celebramos el jubileo de las familias, la vigilia de oración, y las dos Eucaristías; sin embargo, la clausura del jubileo debía tener un acto donde poder expresar testimonios y gratitudes con la palabra.
Este acto se celebró el sábado 11 de enero, antes de la Eucaristía final. Dicho acto pretendió recoger el testimonio de los peregrinos, los voluntarios, la parroquia, el pueblo de Almodóvar y el de la Iglesia diocesana. Representantes de todos estos ámbitos tomaron la palabra y dirigieron al auditorio congregado en el auditorio municipal diversas comunicaciones, cada uno según la dimensión del jubileo que había vivido.
Los discursos se fueron entrelazando con varios videos que fueron recorriendo las etapas del jubileo: el nombramiento de Doctor; los preparativos del jubileo; la apertura, las peregrinaciones; las celebraciones jubilares realizadas a lo largo del año; y la clausura.
Después de que nuestro Obispo cerrase el acto, reconociendo y agradeciendo la colaboración, tanto a los voluntarios como a las instituciones, empresas y personas particulares que han contribuido con el jubileo, procedimos a la entrega de una «Almodoveña» de honor a cada uno de los voluntarios.
Al término de este reconocimiento, un video final puso el broche de oro a un acto que suscitó la emoción y el sentimiento común de satisfacción, en todos los que hemos llevado a cabo el proyecto del Año Santo avilista en Almodóvar.
5. «Amén»:
La palabra «amén» tan utilizada en la liturgia de la Iglesia nos habla de aceptación, reconocimiento, comunión e incorporación a la Palabra o a los dones que recibimos de Dios en la oración y los sacramentos.
Decir «amén» no es decir «adiós». Es testificar lo que Dios ha hecho, agradecerlo, asumirlo y sabernos parte de ello, conscientes de que estamos unidos a la gracia recibida. Decir «amén» no es sólo desear que algo sea, sino afirmar que ha sido en nosotros. Que la gracia recibida de Dios ha sido para nosotros, que es parte de nosotros y nosotros parte de ella, y que, por eso, respondemos, agradecidos, ofreciéndonos a Aquel que nos la dio.
Ahora podemos decir «amén» al Jubileo, a Dios, con la satisfacción de que hemos respondido suficientemente al don que recibimos de Él. Pero jubileo no fue el don, sino parte un don aún mayor. El don ha sido la vida y la obra de san Juan de Ávila, reconocido por la Iglesia como Doctor universal.
A partir del doctorado, la Iglesia nos llamó a celebrarlo y a difundir la vida y las enseñanzas de la nueva figura universal del pensamiento y la espiritualidad cristiana. Para ello, hemos desarrollado el proyecto del Año Jubilar que ha terminado. Ahora nos corresponde prepararnos para una nueva etapa que secunde con el mismo entusiasmo, o aún mayor, la misión recibida.
Dos líneas nos abren ahora un nuevo horizonte: el estudio de la obra y la espiritualidad de san Juan de Ávila; y la constitución de su tierra natal como lugar de acogida de peregrinos. A lo largo de los meses que tenemos por delante, nos iremos preparando para desarrollar ambas líneas de fuerza y continuar la misión.
El evangelio dice que la luz no se recibe para ponerla de la mesa, sino encima de la misma para que alumbre a todos los de la casa. Por eso, nuestro Vicario nos pedía responsabilidad, y nuestro obispo nos animaba a seguir con la obra comenzada.
Por unas semanas, descansemos llenos de regocijo por todo lo que hemos realizado, sigamos gustando el jubileo, y puestos en oración, pidamos al Espíritu que nos ilumine, nos revela la voluntad del Señor y nos abra nuevas perspectivas para proseguir la misión que hemos comenzado.
Gracias a todos y felicidades.