«Gratis et amore», viene a significar con gusto y con amor, o esa versión más coloquial y utilizada: «de mil amores», que no es otra cosa que hacer algo generosamente y de corazón sin esperar nada más que el mero agradecimiento.
Algunas de nuestras acciones, sobre todo aquellas que son movidas por los sentimientos y el corazón, tienen su valor aunque no lo tengan de un modo tangible.
Pero no es menos cierto que cuando se vive en sociedad y hay que mantener un cierto equilibrio social, el concepto de «gratis et amore» es complejo, porque rara vez lo interpretamos como un acto generoso sin más, sino como algo de lo que aprovecharse hasta casi la codicia, sin valorar en su justa medida la contrapartida que esa gratuidad en sí misma tiene.
He aquí el talón de Aquiles de la bella expresión y de su intencionalidad, pues cuando el hombre obtiene algo que le ha sido concedido, pronto le mueve la intención de obtener más, y lo hace porque simplemente no se hace preguntas sobre el esfuerzo de los demás, ni del valor que en sí mismo tienen las cosas, simplemente me lo dan, yo lo tomo y, por tanto, lo aprovecho.
Es curioso en este sentido el comportamiento que se observa en la gente ante determinadas situaciones. La palabra «gratis» ejerce un poder mecánico sobre la voluntad humana: «»Lo quiero», y da igual si tengo que hacer colas kilométricas, si tengo que esperar una hora o tres, incluso, si me hace falta, es gratis y es toda una ocasión digna de aprovechar.
Seamos honestos y pensemos un poco.
Cada uno damos valor a lo que hacemos, a nuestro trabajo, a nuestros esfuerzos, a esas dedicaciones varias en las que nos empleamos, y nos gusta que se nos remunere por ello porque, al fin y al cabo, esta sociedad en la que nos movemos nos obliga a disponer de dinero para poder vivir.
Otras veces no es una cuestión de remuneración económica sino de obtener algo de beneficio compensatorio o reconocimiento.
Si esto lo entendemos tan bien y hasta nos volvemos exigentes con nuestras propias compensaciones a cuanto hacemos ¿por qué entonces no nos cuestionamos nada, absolutamente nada, ante la gratuidad?, ¿Acaso somos tan necios de creer que aquello que se nos ofrece «gratis», no vale nada?
¿Acaso no lleva implícito un trabajo y unos recursos?.
Ya en otra ocasión hice también una reflexión sobre el dicho :»quien regala, bien vende si quien lo recibe lo entiende» y de aquella reflexión la conclusión fue prácticamente la misma, quien recibe algo que no le cuesta nada, por lo general lo toma y lo aprovecha, la contrapartida o digamos la reciprocidad del gesto se queda en muchos casos » en espera».
La gratuidad bien entendida me temo que es toda una utopía.
Tenemos una conciencia enajenada totalmente del prójimo aunque nos empeñemos en decir lo contrario.
Nos abrazamos a valores tan positivos y tan loables como la generosidad, la solidaridad, el altruismo…y sin embargo son de los que más se aprovecha el ser humano.
En la vida todo tiene su contrapartida; un buen gesto un agradecimiento, un ofrecimiento una reciprocidad, una siembra un fruto…así con todo lo esencial y enriquecedor de cuanto nos llega y obtenemos.
«Gratis et amore» es una de esas expresiones en sí mismas sugerentes que traen consigo la impronta de la generosidad, de la desprendida voluntad.
Pero cada vez más el ser humano está menos preparado para mantener en equilibrio ciertos ideales.
Y esto cuando menos, debemos reconocerlo para después, tratar de ser un poco más coherentes a la hora de medir lo nuestro y, por supuesto, lo de los demás por muy gratuito que sea.