Si busco una definición de la caridad, diría que es «el Amor hecho realidad«. Pasaría de «amar al prójimo como a mí mismo» a «amarle como a mí mismo«. Pasaría de la teoría a los hechos.
¿Es esta la caridad? Confieso que no lo sé, si sé que es como la veo yo.
Sobre nuestra caridad podrá preguntarnos Jesús: «¿Cómo dices que amas a Dios, al que no ves, si no amas al prójimo al que ves?»
Jesús me obliga a pasa de la teoría: «decir que amo a Dios a la práctica: «amar al prójimo«.
Nada hay más fácil que ser un santo de palabra y deseo soñar es gratis. Lo difícil y lo que realmente vale es intentar ser santo cumpliendo la voluntad del Padre, que no es otra cosa que Amar al prójimo como a mí mismo; lo que me conducirá a amar a Dios sobre todas las cosas; comprobare que este amor a Dios es verdadero.
Se dice que «el movimiento se demuestra andando«, y yo diría que la caridad se demuestra amando al prójimo.
Jesús es taxativo y, así lo recoge San Mateo en su Evangelio (Mat. 25,31), cuando nos habla del Juicio final, Jesús pasa revista a como se ha ejercido la caridad con el prójimo, porque con Él lo hemos hecho.
Podríamos decir con San Juan de la Cruz: «Al final de los tiempos se nos juzgara en la caridad».
San Pablo (lª Cor. 13,1) entona el cantico más hermoso que se ha escrito sobre la caridad; nos dice primero que no es caridad, aunque pueda parecerlo, porque le falta el amor, se queda en un hecho humano: el hablar todas las lenguas humanas y angélicas, poseer el don de profecía, conocer el misterio de la ciencia entera, tener una fe que mueva montañas, repartir los bienes y entregar el cuerpo a las llamas. Todo esto es nada si falta el amor, porque no es caridad.
Luego, entra en la definición de lo que es la caridad: paciente, amable, no es envidiosa, no es orgullosa ni destemplada, no busca su interés, no se irrita, no apunta las ofensas, no se alegra de la injusticia, todo lo espera, todo lo aguanta, todo lo cree, todo lo soporta…
Yo añadiría que por hacerse por amor a Dios, se hace con caridad hacia el prójimo.
La palabra «caridad» se encuentra desprestigiada, a veces, porque se confunde con la limosna.
Si trato de distinguir limosna de caridad, me vendrá bien un pasaje del evangelio de San Lucas (21,1): Jesús, alzando la vista observo a unos ricos que echaban sus donativos en el arca del templo.
Observo, también a una viuda pobre que echaba dos monedillas, y dijo: Os aseguro que esa pobre viuda ha puesto más que todos. Porque todos esos han echado donativos de lo que les sobraba (limosna) y esta, aunque necesita, ha echado cuanto tenia para vivir (caridad).
Hay un pasaje en el evangelio de Lucas (19,1) que me encanta, es el encuentro de Jesús con Zaqueo. Zaqueo es el jefe de los recaudadores de Jericó y muy rico.
Entra Jesús en la ciudad y Zaqueo, que quiere ver a Jesús y es bajo, se sube a una higuera. Jesús lo llama y se invita a comer en casa de Zaqueo; este corre a preparar todo y, terminada la comida, le dice a Jesús: Mira, Señor, la mitad de mis bienes se los doy a los pobres; y a quien haya defraudado, le restituyo cuatro veces más.
Pienso que Zaqueo actúa con caridad, porque lo hace movido por amor a Jesús. Es un dar que le sale del corazón, se queda con lo suficiente para vivir y pienso que lo que quiere dar, lo hace por amor, por caridad.
Pasaré ahora a un acto de caridad en el que no interviene el dinero, sino la preocupación por el prójimo; me refiero al milagro de las bodas de Cana, que hace Jesús al principio de su vida pública y que recoge San Juan en su Evangelio (2,1-11).
María, que estaría ayudando a la madre de los novios a organizar el banquete, ve que falta el vino; se da cuenta que es un problema grave para aquella familia e, impulsada por la caridad hacia los novios, acude a Jesús en busca de una solución. Jesús se resiste, pero ella insiste y se produce el milagro.
Puedo contemplar otro acto de caridad; esta vez de amor a Jesús. (Luc. 7, 36-50)
Un fariseo invita a comer a Jesús; estando en la mesa se acerca una pecadora, lava los pies de Jesús con lágrimas, los seca con sus cabellos, los cubre de besos y vierte en ellos un frasco de mirra, un perfume muy caro. Jesús le dice: Tus pecados te son perdonados.
Deseo resaltar que a la pecadora le mueve exclusivamente su amor a Jesús y este amor es el que permite a Jesús perdonarle sus pecados y despedirla diciendo: tu fe te ha salvado, vete en paz.
El Papa Francisco toma el nombre de San Francisco de Asís, pensando en los pobres e invita, especialmente a los jóvenes, pero en realidad todos podemos sentir su llamada, a volcarse en los más pobres con hechos, con caridad, visitándolos, atendiéndolos en sus necesidades. El Papa predica con el ejemplo visitando una casa de una favela de Rio de Janeiro, en la Jornada Mundial de la Juventud.
Desde hace once años vivo en una Residencia de ancianos, lo soy, aunque me cueste trabajo reconocerlo, porque me encuentro joven de mente y de espíritu. Aquí he chocado frontalmente con la caridad en dos vertientes: la de los jóvenes y la de los ancianos.
Empezaré con la de los jóvenes: las personas que nos atienden. Hay auténtica caridad en todos, aunque me detendré en las auxiliares, pues son las que se relacionan más directamente con nosotros.
Todas son jóvenes, podrían ser nuestras nietas y para ellas somos «sus abueletes». Viví en mis carnes su caridad cuando regresé después de una operación que me obligó a contar con su ayuda.Me acostaban, me levantaban, me duchaban, me cambiaban de pañal dos veces por la noche, por el día era autosuficiente.
Como la Residencia es pequeña y familiar, ves las atenciones que tienen con las personas que necesitan atención, es la misma que tendrían con sus padres o abuelos. Hay auténtica caridad en el trato. Lo mismo sucede con el resto del personal: directora, limpiadoras, psicóloga, miembros de la Junta directiva de la Fundación, cocineras.., en todo el personal.
¿Hay caridad entre los residentes?
Puedo asegurar que sí, se hacen compañía, en la residencia todo es común: comedor, salón o jardín…
Hay especial atención hacia los que necesitan ayuda; se procura que todos participen, hasta donde le es posible, en lasa diferentes actividades que cada tarde practicamos.
Diría que entre nosotros hay una relación similar a la de cualquier familia bien avenida, que comparten su vida todo el día.