¿Cómo debemos ser los cristianos? ¿Cómo tenemos que comportarnos en una sociedad como la nuestra? ¿Cómo debemos rezar y hablar en los «tiempos tan recios» que nos toca vivir?
San Pablo le escribe a su discípulo Timoteo: «Te recuerdo que reavives el don de Dios que hay en ti…, pues Dios no nos ha dado un espíritu de cobardía, sino de fortaleza, de amor y de templanza. Así, pues, no te avergüences del testimonio de nuestro Señor ni de mí, su prisionero» (2ª Tim. 6).
Santa Teresa en Camino de Perfección, cap. 21 escribe: lo mucho que importa comenzar con gran determinación a tener oración y no hacer caso de los inconvenientes que el demonio pone.
«Importa mucho, y el todo, una grande y muy determinada determinación de no parar hasta llegar a ella, venga lo que viniere, suceda lo que sucediere, trabajase lo que se trabajare. Murmure quien murmurare, siquiera llegue allá, siquiera se muera en el camino o no tenga corazón para los trabajos que hay en él, siquiera se hunda en el mundo; como muchas veces acaece decirnos: hay peligros, fulana por aquí se perdió, el otro se engañó, el otro que rezaba mucho, cayó, hacen daño a la virtud, no es para mujeres que les podrán venir ilusiones, mejor será que hilen, no han menester esa delicadezas, basta el paternoster y avemaria«. Toda la fuerza de los cristianos está en esta expresión: «Una muy determinada determinación«.
En libro de la Vida (cap. 33,11) nos dice Sta. Teresa: «Algunas veces, afligida, decía: Señor mío, ¿cómo me mandáis cosas que parecen imposibles? Que, aunque fuera mujer, si tuviera libertad; mas, atada por tantas partes, sin dineros, ni de dónde los tener, ni para breve, ni para nada, ¿qué puedo yo hacer, Señor?«
Y nos «grita» la santa: «Nada te turbe/ nada te espante/ la paciencia todo lo alcanza/ quien a Dios tiene /nada le falta/ solo Dios basta«
San Juan de la Cruz canta en La llama de Amor viva: «Oh, lámparas de fuego/en cuyos resplandores/las profundas cavernas del sentido/que está oscuro y ciego/con extraños primores/ calor y luz dan junto a su querido«.
Tenemos que ser luz y calor, como las lámparas del Espíritu Santo, que son sus Dones y Virtudes. El mundo, la sociedad nos necesita en estos «tiempos tan recios», como nos decía la Santa.