Siempre he creído, y hoy, con la madurez que me dan los años, lo creo aún con más convicción, que todo ser humano viene al mundo con una semilla que sembrar y germinar.
Es tal vez una generalidad pensar así si consideramos que muchas personas nacen y crecen en la pobreza y pasan su vida viviendo en la calamidad hasta que mueren.
Pueden incluso decirme que para vivir así es mejor no nacer, y quizá desde esa perspectiva que nos da nuestra forma de vida, es fácil pensar que no tiene demasiado sentido la vida de ese manera, pero no nos engañemos: es tan sólo una forma práctica de pensar, la excusa que le damos a aquello que no alcanzamos a comprender porque entendemos la vida siempre bajo el palio del éxito, del bienestar, de considerar que vivir es sinónimo de ser feliz y estar satisfecho, pero en realidad, la vida es un camino de corto o largo recorrido dónde cada día que amanece es una oportunidad renovada para caminar por las empinadas cuestas, valles y senderos en los que se convierte nuestro acontecer y discurrir por la vida misma.
A ratos sudando por el esfuerzo, a ratos riendo y congratulándonos, a ratos llorando y a ratos preguntándonos hacía dónde nos dirigimos, pero esa y no otra es la grandeza de la vida y el regalo que nos es entregado cuándo empezamos a ser un proyecto en el interior de nuestra madre.
Les diré que mis orígenes son humildes. No pertenezco a ninguna familia de abolengo ni acomodada; algo que me hace ser aún más agradecida ,pues cuándo pienso que estoy aquí y ahora, escribiendo esto y viviendo gracias a mis padres, a los dos por supuesto, pero muy especialmente a mi madre y antes que a ella también gracias a mis abuelas, una que tuvo nueve hijos y otra que tuvo cuatro aunque dos murieron y enviudó con 35 años, tengo aún más la certeza que soy el fruto presente de toda esa semilla que dejaron germinar mis abuelos muy a pesar de que pudieron no tener los hijos que tuvieron de haber optado por vivir con menos lastre y más pensando en sí mismos.
Sin embargo, de aquellas natalidades, todos los que ahora vivimos este tiempo estamos aquí, siendo a su vez vidas que hacen grandes cosas, o quizá no demasiado grandes pero sí necesarias para que este mundo siga girando a su par.
Ejemplos de supervivencia, de entereza, de valor, de superación…
De esto mucho vio la madre Teresa de Calcuta y muchas de esas semillas, ella misma ayudó a germinar con su entrega, famosa es esa frase:
«Por favor no matéis a los niños, yo los quiero. Dénmelos a mí. Con mucho gusto acepto todos los niños que morirían a causa del aborto».
Puede alguien estar en total desacuerdo conmigo y tener otra perspectiva, pero a mí, llegado a este punto de mi vida en el que tengo unos hijos por los que aún me parto en dos para proveerles de cuanto precisan y que son mi vida misma, nadie me va a convencer de lo contrario así la ciencia quiera demostrar con probetas y fríos experimentos que no existe ser humano en el cálido vientre de una mujer embarazada.
Y sí, también pueden ponerme el supuesto de riesgo de malformaciones en el feto, inminente peligro en la vida de la madre o del futuro niño y cuantos socorridos supuestos quieran plantear, que suelen ser en una proporción muy pormenorizada y que tal vez merezcan una atención diferenciada y no el escudo del que se vale esta sociedad para abrir el abanico a un aborto libre y gratuito donde eliminar una vida humana sea como quitarse una verruga en la cara.
La naturaleza, amigos míos, sigue sus patrones y la vida es su fin y su principio, alterar ese patrón hoy puede que nos salga bien pero mañana nos terminará por ajustar las costuras.
Pretendemos ser dueños de nuestra vida, pero…no es así, la Vida-Dios es nuestra dueña y ella, que nadie se engañe, decide cuando nacemos y cuando debemos morir, podemos jugar con ella echarle incluso un pulso y ganar, pero simplemente nos deja ganar.
Así pues, por estas y otras profundas convicciones espirituales y religiosas, estoy en contra del aborto…y se puede debatir lo que se quiera, pero desde aquí os digo que nada hoy por hoy me va a demostrar ni convencer de lo contrario.