La vida es un mar con un horizonte incierto
y por ello mismo, Tú Santa María,
te conviertes en timón con final seguro.
Tú pones en nuestras manos
los remos de la fe y de la esperanza:
con el de la FE nos dices que, con Dios,
todo es posible alcanzar con el remo de la ESPERANZA,
imprimes optimismo y serenidad.
La vida es un mar sembrado de naufragios
y de altivos oleajes:
en los fracasos eres aliento oportuno
para el que se hunde
en los momentos de turbación
sales al paso con tu mano certera.
En la tristeza nos enseñas
el valor de la alegría que nunca escondes
en la debilidad despliegas
el hontanar de tu fortaleza divina
La vida es un mar con peligros e incertidumbres:
olas de pruebas y de sufrimientos,
diques de soledades y de decepciones,
tormentas de luchas y de desencantos,
anclas de crisis y de fatigas,
sogas de trabajo y de desaliento.
Y, aún en medio de ese mar bravío,
siempre encontramos estrellas
que hacen nuestra travesía cierta y feliz:
¡ERES TU SANTA MARIA!
Estrella que guía al que busca, desde el ancho mar,
respuestas para la incertidumbre de su vida.
Estrella que en su refulgir, empuja mar adentro para luego arribar
hacia el puerto de la buena tierra.
Estrella que, siendo pequeña frente a la de Dios,
acuna y calienta, cuida y mima, alimenta y cobija Estrella que, aún estando al lado de Dios,
e incrustada en el mismo cielo
sabe en instantáneo meteorito subir y bajar, bajar y subir
para colmar con creces y calmar sin medida
las contrariedades de todos sus hijos.