Comenzó Teresa de Jesús a escribir este libro en Toledo el 28 de mayo de 1577, siguió en Ávila y lo revisó en Segovia. Se conserva en el Convento de las Madres Carmelitas de Sevilla.
Las Moradas tenía por título primero Castillo interior. Un Castillo con siete moradas y Dios en el centro del castillo. La puerta para entrar en el castillo era y es la oración y el guía para encontrar a Dios en el castillo es la humildad.
Este libro, junto con La Llama de amor viva de san Juan de la Cruz, son los principales libros de la mística. Conducen al alma al «Matrimonio espiritual«, que maravillosamente describen los dos Santos y Doctores de la Iglesia.
A pesar de estar muy enferma, como dice en el prólogo… «tenía la cabeza tres meses ha con un ruido y flaqueza tan grande que aún los negocios forzosos escribo con pena«…, la Santa sabía que lo primero y principal es que el espíritu esté muy en Dios.
Los cristianos estamos llamados a vivir la MISTICA y llegar a la cima de la perfección, al desarrollo total en la esperanza cristiana, bajo los dones del Espíritu Santo.
En las segundas Moradas escribe Sta. Teresa: «Su Majestad es muy buen vecino y tanta su misericordia y bondad que aún estándonos en nuestros pasatiempos y negocios y contentos y baraterías del mundo, quiere que le queramos y que le procuremos su compañía, que una vez y otra no nos deja de llamar. Su voz es dulce«.
En las quintas Moradas nos advierte: «Mas si esta alma se descuida a poner su afición en cosa que no sea El, piérdelo todo, y es tan grandísima pérdida como lo son las mercedes que va haciendo, y mucho mayor que se puede encarecer. Por eso, almas cristianas, a las que el Señor ha llegado a estos términos, por El os pido que no os descuidéis, sino que os apartéis de las ocasiones del pecado.»
Y en las primea Moradas afirma: «Tornando a nuestro hermoso y deleitoso castillo, hemos de ver cómo podemos entrar en Él…A cuanto yo puedo entender, la puerta para entrar en este castillo es la oración«.
Nos vuelve a recordar que tenemos que ser como la abeja, que de todas las flores saca miel: «Vuestra soy, para Vos nací, qué queréis, Señor , de mí?»