No quiero extenderme mucho hoy en estas líneas, no porque en realidad no quiera hacerlo sino más bien porque a menudo lo importante requiere muy pocas palabras que lo adornen.
Esta semana he recibido dos felicitaciones navideñas, una es de mi hermano al que veo poco pero siento siempre muy cerca de mi corazón y la otra de una buena amiga de muchos años que tiene la bonita costumbre de hacer tarjetas navideñas con sus propias manos muy personales.
Recibirlas ya de por sí es encantador pero lo es más cuando percibes que lo hacen de un modo personal y único que sólo tú sabes interpretar; mi amiga este año ni tan siquiera sabía mi nueva dirección en el pueblo donde me he trasladado a vivir y se las ingenió para localizarme en mi lugar de trabajo y mandármela allí. Mi hermano, en cambio, quiso ser el primero y lo consiguió.
Estas cosas en definitiva son las que valen y ciertamente las echas de menos cuando dejan de formar parte de la costumbre. Sin ir más lejos, este año no he recibido ni recibiré la sentimental felicitación de mi tío Guillermo, un hombre que a pesar de vivir desde siempre lejos de mí y al que veía muy de tarde en tarde, siempre encontró el modo de estar muy presente en mi círculo familiar.
Él siempre mentaba aquellas coplas por la muerte de su padre de Jorge Manrique: » Recuerde el alma dormida, avive el seso e despierte contemplando cómo se pasa la vida, cómo se viene la muerte tan callando; cuán presto se va el placer, cómo, después de acordado, da dolor; cómo a nuestro parecer, cualquier tiempo pasado fue mejor..
Su fallecimiento hace pocos meses de una manera tan rápida como inesperada para todos, ha dejado ausencia en mi buzón este año de esas coplas y otras cosas que le emanaban de su alma poeta y bondadosa en sus christmas navideños.
Tal vez puedan ser cosas que se hacen por costumbre, porque la tradición manda pero no, una felicitación navideña se convierte en algo bonito cuando se hace como un acto de cariño, de recuerdo, de presencia en el corazón de alguien y recibirlo no sólo es grato sino que te inunda de un cariño tal que te hace sentir responsable y leal con esa persona.
Contemplando cómo se pasa la vida» ,hoy estas palabras me resultan sobrecogedoras, no sólo por lo que se va sino por aquello que nunca más será, pues como también solía recordar mi tío a menudo, nuestras vidas son los ríos que van a dar al mar, un mar infinito en el que la vida se sumerge para siempre.
Y me produce dolor esa ausencia en mi buzón de correos pero me reconforta el recuerdo, aquellas navidades pasadas que de un modo fiel se reproducían en la letra manuscrita de mi tío su cariño, su preocupación, sus valores, sobre todos sus valores: la honradez por encima de todo, qué nada nos quite la honra, solía decir casi siempre para terminar sus palabras.
Pero en fin, no quiero alargar estas líneas más de lo pretendido desde el principio pues lo que deseo es dedicar una felicitación única, entrañable y honrada a todos vosotros, del mismo modo que lo han hecho mi hermano, mi amiga y lo hizo mi tío Guillermo desde que tengo uso de razón, con amor, con los mejores deseos de un corazón que late viviendo a ratos con risas, otras con llantos pero siempre agradecida por tener la dicha de vivir.
Así pues, queridos amigos, gente que me conocéis, otros que sólo me seguís en mis íntimas reflexiones, deciros que la navidad no es la fiesta de la hipocresía como pude escuchar a una persona en un supermercado, no es un tiempo de regalos y banquetes, ni de desear feliz navidad como si nos pusiéramos un letanía grabada en nuestra lengua.
Navidad es un tiempo de hacer lo que hacemos siempre, de regalar todo nuestro grandioso interior lleno de generosidad, de amor, de caricias, de » te quieros» …en definitiva de darnos a nosotros mismos como debemos hacer cada día con todos aquellos a los que amamos, apreciamos y recordamos con cariño porque hoy siguen con nosotros y llenan nuestros días.
Esto es lo que os deseo del mismo modo que lo deseo y me lo exijo a mí misma, porque Navidad puede ser hermosa o delirante, pero siempre depende de nosotros y de cómo vivamos los momentos especiales, como una fiesta llena de luces y sombras o como un día más pero para los demás.
Feliz Navidad, pues, y que la gloria del SEÑOR sea en vuestros hogares.