En algunas ocasiones he dejado de escribir el artículo musical, para escribir alguna historia que me haya llevado a reflexionar sobre ciertos temas. En esta ocasión, me ha llegado un correo electrónico que me gustaría compartir con todos vosotros y, sobre todo, con todas las madres.
Es una carta de una madre dirigida a su hijo que me hizo emocionarme ante la verdad que esconde. Ésta es la carta:
Querido Hijo:
El día que me veas vieja, te pido por favor que tengas paciencia; entiende que la vida es un ciclo y todos volvemos a ser niños.
Si cuando hablo contigo repito los mismo mil veces, no me interrumpas para decirme. «eso ya me lo contaste»; sólo escúchame, por favor.
Cuando quiera comer algo que no deba por mi salud, no me grites; explícame con cariño, así como yo te explicaba muchas veces el daño que hacían los dulces.
Cuando veas mi ignorancia ante la nueva tecnología, dame el tiempo necesario para aprender, y por favor, no hagas esos ojos ni esas caras; recuerda que yo te enseñé a hacer muchas cosas como comer, vestirte, peinarte y cómo afrontar la vida.
El día que notes que me estoy haciendo vieja, ten paciencia conmigo; y sobre todo, trata de entenderme. Si ocasionalmente, pierdo la memoria o desvío la conversación, dame el tiempo necesario para recordar, y si no puedo, no te pongas nervioso o arrogante.
Ten presente en tu corazón que lo más importante para mí es estar contigo, que me pidas consejos y me tomes en cuenta; y cuando mis cansadas y viejas piernas no me dejen caminar como antes, dame tu mano de la misma manera que yo te las ofrecí cuando diste tus primeros pasos.
Cuando estos días venga, no te sientas triste, ni me hagas sentir incompetente, ayúdame mientras llego al final de mi vida, pero con amor y cariño.
Regálame flores ahora que puedo oler su aroma, dime que me quieres ahora que aún puedo escucharte, recuérdame tu amor ahora que puedo verte; aunque no tenga dinero para premiarte con un regalo, yo te ayudaré con una gran sonrisa.
Y si se te llenan los ojos de lágrimas al leer esto, no te dé pena; eso demuestra que tienes un gran corazón.
¿Amas a tu madre? Yo sí amé a la mía.
Brindo por mi madre que cambió su figura por una barriga, que cambió un delineador de ojos por ojeras, ella que cambió las noches de diversión por constantes trasnoches; que cambió su bolso por bolsas de pañales; aquella madre que no le importó cambiar todo por recibir nada a cambio.
A los 3 años: Mami, te amo.
A los 10 años: Mamá, te quiero.
A los 15 años: Sí, mamá, pesada.
A los 18 años: Cómo fastidias, mamá.
A los 20 años: Quiero irme de esta casa.
A los 35 años: Quisiera vivir con mi madre.
A los 50 años: No te vayas nunca.
A los 70 años: Cuánto daría por estar cinco minutos con mi madre.
Yo amo a mi madre. ¿Y tú? Estoy totalmente convencido que esta carta nos hará pensar y reflexionar. Llegan fechas donde las familias nos reunimos para celebrar la Navidad; aprovechemos la ocasión para disfrutar unos de otros. Personalmente, y deseando que paséis todos unas felices y familiares navidades, empiezo la cadena esperando que todos hagáis lo mismo:
GRACIAS, MADRE FELIZ NAVIDAD