con textos de San Juan de Ávila Catedral de Jaén

1. INTRODUCCIÓN

VIA CRUCISMiremos a Cristo puesto en la cruz, y hemos de verle atormentada su carne, y deshonrado del mundo, y vencedor del demonio. ¿Quién miró a Cristo que fuese engañado? Ninguno, por cierto. Pues no apartemos nuestros ojos de Él si no queremos volvernos ciegos. No le parezca que le tenemos en tan poco, que aun muriendo por nosotros, no le queremos mirar. Por eso murió, porque nosotros nos esforzásemos mirándolo a Él, para morir a nuestros pecados.

Muera, pues, ya en nosotros nuestro viejo hombre, pues murió por nosotros en cruz nuestro nuevo Hombre, que es Cristo… (Carta 64, 21-45).

ESTACIONES DEL VIACRUCIS:

PRIMERA ESTACIÓN: Jesús es condenado a muerte.

Pilato mandó sacar a Jesús y dijo a los judíos: ‘Aquí tenéis a vuestro rey’. Pero ellos le gritaban: ‘¡Fuera, fuera, crucifícalo!’ Pilato le dice: ‘¿Pero cómo he de crucificar a vuestro rey?’ respondieron los príncipes de los sacerdotes:

‘Nosotros no tenemos más rey que el César’. Entonces se lo entregó para que lo crucificaran (Jn 19, 14-16).

Pregúntale, cuando lo veas dejarse atar las manos y el cuello, cuando lo veas padecer las bofetadas, las espinas y los clavos y la muerte, que te conceda el don de decirte por qué, siendo tan fuerte y tan poderoso, se deja tratar como débil, sin ninguna resistencia. Y te responderá San Juan en su nombre: Nos amó y nos lavó de nuestros pecados por su sangre (Ap. 1,5). Rumia estas palabras, asiéntalas en tu corazón, y párate a pensar cuán excesivo y admirable es aquel que arde en el corazón que hace pasar tales cosas por fuera» (Audi filia, cap. 78).

SEGUNDA ESTACIÓN: Jesús carga con la cruz a cuestas.

VIA CRUCISLos judíos tomaron a Jesús y cargándole la cruz, salió hacia el lugar llamado Calvario (Jn 19,17).

No te contentas, Señor, con tener un amor fuerte, y padecer trabajos de padre, sino que, para que no nos falte _ ningún regalo a nosotros y ningún trabajo a ti, quieres ser para nosotros madre en la ternura del amor. Y aún más que madre, puesto que de ninguna leemos que, para estar acordándose siempre de su hijo, haya escrito un libro, en el que la pluma sean los duros clavos, y sus propias manos sean el papel; y que hincándose en las manos, y traspasándolas, salga sangre en lugar de tinta, que con graves dolores dé testimonio del gran amor interior, que no deja poner en olvido lo que delante de las manos traemos» (Audi filia, cap. 80).

TERCERA ESTACIÓN: Jesús cae por primera vez.

He ofrecido mi espalda a los que me golpeaban, y mis mejillas a los que mesaban mi barba; no escondí el rostro ante ultrajes y salivazos (Is 50,6).

Grande honra es estar firme en lo que mucho nos amarga; y otro igual placer no damos a Dios que cuando muy de corazón somos angustiados por Él y bebemos aquel cáliz en compañía del que Él por nosotros bebió. Pon en esto tus ojos. No te acobardes de pelear las peleas del noble amor del Rey celestial; no tengas por tiempo bien empleado sino el que por tu Amado padeces; que este solo tiempo te puede dar alivio y conjetura que ama al Señor. Cristo murió en la pelea de este amor, convidando a cuantos le aman a padecer de lo que Él padeció y a responder amor a su amor» (Carta 25 ).

CUARTA ESTACIÓN: Jesús encuentra a su Santa Madre.

Una espada atravesará tu corazón (Luc. 2,35).

Padre de misericordia -decía la Virgen-, veis aquí vuestra esclava, cúmplase en mí vuestra voluntad. Este Hijo me diste; con gran alegría le recibí. Veisle, ahí os lo torno; vos me lo diste, vos me lo quitaste, cúmplase vuestra santísima voluntad; esclava soy para todo lo que vuestra majestad quisiere hacer de mí. El día de mi alegría os canté: Engrandezca mi alma al Señor y gócese mi espíritu con Dios mi salvador; el día de mi tristeza y dolores os suplico le recibáis en agradable sacrificio por los pecados de los hombres.

VIA CRUCIS¡Oh pecadores, cuán caro me costáis! ¡Cómo por amor de vosotros ha pasado mi corazón trance tan amargo como ha sido éste, ver a mi Hijo Jesucristo padecer tan cruel muerte y pasión! Lo que vosotros hicisteis, Él lo ha pagado y mi alma lo ha sentido: por bien empleado vaya, aunque ha pasado tantos trabajos, porque vosotros recibáis el fruto de ello y alcancéis perdón de Dios

¡Oh Señora!, bendita seáis vos que aún tenéis el sonido de las palabras de vuestro Hijo: ¡Perdónalos! (Sermón 67).

QUINTA ESTACIÓN: El Cirineo ayuda a Jesús a llevar la cruz

Cuando llevaban a Jesús al Calvario, detuvieron a un cierto Simón de Cirene, que volvía del campo, y lo cargaron con la cruz, para llevarla detrás de Jesús (Lc 23,26).

Mírate en el espejo, y si ves que no te pareces a Cristo, lava tus manchas con lágrimas, pensando mucho por qué siendo tan hormiguilla, no te abajas, pues Dios se ha abajado por tu amor. Y atrévete a seguir la obediencia y humildad, caridad y paciencia de este Señor; que siendo compañero en el padecer, lo serás también en el gozar; y llevando parte de la cruz, llevarás parte del Reino, que te dará Jesucristo (Carta 118).

SEXTA ESTACIÓN: La Verónica limpia el rostro de Jesús.

Muchos se horrorizaban al verlo, tan desfigurado estaba su semblante que no tenía ya aspecto de hombre (Is 52, 14).

¿Os parece, amado hermano, que estaréis bien escondido y seguro y alegre en la faz de Dios? Mas diréis: ¿por qué la llama escondrijo? Por cierto con mucha razón; porque así como la faz divina no es escondrijo, sino cosa luciente, según la divinidad, así el rostro de Cristo, Dios y hombre, se llama escondrijo según su humanidad. Si miras bien su rostro, amarillo con el largo ayuno, y rojo con las bofetadas y los cardenales de los dedos en él, y lleno de lágrimas que de los ojos salían, y de sangre de la corona de espinas, verdaderamente diréis que estaba escondido aquel rostro , del cual dice David: Hermoso más que los hijos de los hombres.

VIA CRUCISHermano, pues en este rostro, al parecer afeado, mas muy hermoso a los que lo miran con ojos de fe y amor, considerando el amor que lo hizo feo por hermosear a los feos, allí esconde Dios a los que trabajan por no apartarse de Él, y les da luz como le puedan ver en el rostro, y reciba de él tanta fortaleza y consuelo, que sienta que dijo verdad el que dijo:

Enséñanos tu rostro, y seremos salvos. Este rostro es mirada del Eterno Padre, y de la vista resultan para nosotros rayos de su luz y bondad, porque por este rostro nos vienen todos los bienes (Carta 59).

SÉPTIMA ESTACIÓN: Jesús cae por segunda vez.

Eran nuestros sufrimientos los que llevaba, nuestros dolores los que pesaban… Ha sido traspasado por nuestros pecados, desechado por nuestras iniquidades (Is 53, 4-5).

¿De qué te alegras entre los azotes y clavos, y deshonras y muerte? ¿Acaso no te lastiman? Te lastiman, ciertamente, y más a ti que a ningún otro, pues tu complexión era más delicada.

Pero, porque te lastiman más nuestras lástimas, quieres tú sufrir de muy buena gana las tuyas, porque con aquellos dolores nos quitabas los nuestros… El fuego de tu amor, que en nosotros quieres que arda hasta encendernos, abrasarnos y quemarnos lo que somos, y transformarnos en ti, tú lo soplas con las gracias que en su día nos hiciste, y lo haces arder con la muerte que por nosotros pasaste (Audi filia, cap. 69).

(Continuará en el próximo número de nuestra Revista)