Para crecer…
Pilar Martínez Fernández2014-09-25T19:12:00+00:00
…algunas veces hay que agacharse. Sí, agacharse, no encogerse o hacerse más pequeño. No. Es más sencillo. Es ponerse a la altura de las cosas y de las personas para verlas desde su perspectiva real, aquella que te muestran de sí mismos; a ratos sus tristezas, otras sus limitaciones e incluso más a menudo de lo que reconocen, sus contradicciones. Y cómo no, también sus grandezas junto a la ejemplaridad que pueden demostrarnos.
Si amas a Dios,
Si me planteo buscar algo que realmente valga la pena, me tendré que inclinar por lo que, a mi juicio, sea más beneficioso. Sería absurdo consagrar todos los esfuerzos en alcanzar algo que no me llene totalmente.
Oirás decir frecuentemente a muchos que no encuentran a Dios.
Un domingo-VII después de Pentecostés- San Juan de Ávila predica en la toma del velo de una joven que quiere ser monja, comentando un texto de San Mateo: "Amarás al Señor Dios tuyo de todo tu corazón, de todo tu entendimiento y de toda tu alma". Y muy devoto nuestro de San Agustín, a quien cita frecuentemente, comienza con este pensamiento del Santo: "Danos, Señor, lo que tu mandares, y manda lo que quisieres".
- El Niño recién nacido es fruto del amor de Dios a cada una de las personas y nos trae bienes: nos trae fuego vivo de su amor para que, metido en la hondura de nuestra alma, nuestra vida no sea tibia, floja, desanimada…., sino fuego ardiente.
Noviembre es un mes para mirar al cielo con los ojos del corazón iluminados por la luz de la fe. Es un mes para contemplar que la finalidad del ser humano es participar enteramente de la resurrección de Cristo. En segundo lugar, para hacer memoria de todos los que ya han llegado al cielo. Y, por último, para venerar a todos los que sabemos que son santos. Sin embargo, estas tres dimensiones contemplativas son para que no nos evadamos de la realidad cotidiana, sino para que nos comprometamos con ella en dirección adecuada. Y es que la persona que no sabe a dónde va se convierte en un náufrago de la existencia. Al contrario, quien conoce cuál es la meta de la vida, elige los principios que deben guiar sus criterios y elecciones con la fuerza de una esperanza indestructible.
Él nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor (Ef 1,4]
Creo que la importancia del camino vendrá marcada por el lugar a donde conduzca. Cuando se alcanza el final, tendrá poca importancia si ha sido llano o empinado, suave o abrupto, sólo interesará que sea el adecuado.