El anciano de la mirada triste
Pilar Martínez Fernández2008-01-28T14:05:00+00:00Una tarde cualquiera, hace ya unas semanas, por casualidad mi mirada se clavó en los ojos más tristes y lánguidos que jamás observé en persona alguna. Seguramente me he cruzado con muchos otros ojos tristes sin hacerles el menor caso ni detenerme en su mirada.
A menudo pasa por nuestro lado la grandeza y la miseria sin que siquiera sintamos calor o frío, pero unos días antes de Navidad, en un centro geriátrico, tuve ocasión de detenerme en la mirada triste de un anciano. Permanecía sentado en un sillón algo apartado con los ojos húmedos y hundidos, mirando pero sin mirar, como si no vieran realmente. Él no reparó en mí. Si en algún momento sintió mi presencia cercana, seguramente me vio como un bulto más entre toda esa gente que se movía, reía y comía delante de él.