La alegría
Germán García Ferreras2015-04-30T19:12:00+00:00
No quería Santa Teresa de Jesús, santos tristes, ni monjas melancólicas. No admitía cristianos pesimistas que todo lo ven mal y difícilmente admiten el optimismo del prójimo.
Quería que los cristianos comenzásemos a caminar por el camino de la santidad con espíritu alegre. Pedía a sus monjas que alimentasen en su espíritu las ansias de imitar a los santos y no rehusasen el martirio, si se presentaba la ocasión de dar testimonio de la fe cristiana.
Bienaventurados los que saben reírse de sí mismos, porque nunca acabarán de divertirse.
Pienso que la auténtica alegría la tiende como en base es amor.
Amiga, amigo: Seguramente en algún momento de tu vida hayas tenido ojeras, esas alteraciones en la coloración de la piel, debajo de los ojos, que aparecen con un color más oscuro de lo normal…
Una sonrisa no cuesta nada y produce mucho.
Deseo referirme a la que considero auténtica alegría; la alegría que inunda el corazón de paz, que hace brillar los ojos, que llega al que la comparte y la recibe como una brisa fresca y suave; me refiero a la alegría que huye de la estridencia, a la que se contagia.
¿Estás cansado de machacarte en el gimnasio para conseguir un cuerpo diez? ¿Decepcionado de esas pomadas mágicas que no hacen otra cosa que vaciarte el bolsillo? ¿Te gustaría que los años no pasaran sobre ti o, al menos, que las arrugas no se hospedaran en tu cuerpo?
Se dice que "un santo triste es un triste santo".
Blanca flor del Carmelo,